El Imparcial

Plural de majestad

- SERGIO SARMIENTO @SergioSarm­iento www.sergiosarm­iento.com Sergio Sarmiento (oficial) Sergio Sarmiento es periodista y analista político/ comentaris­ta de televisión.

CULIACÁN, SINALOA.- Hubo un tiempo en que el Presidente hablaba como una persona común y corriente, incluso con humildad, en primera persona del singular. Hoy esa forma ha quedado atrás.

López Obrador rindió protesta en singular: “Protesto guardar y hacer guardar la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen”. Si fue veraz o no, podemos debatirlo, sobre todo a la luz del hecho que hoy dice que no le gusta “el cuento de que la ley es la ley”, pero lo significat­ivo es que se atuvo al pronombre singular, como cualquiera.

Ese 1o de diciembre de 2018 pronunció no uno sino dos discursos inaugurale­s. En el primero, ante el Congreso, habló en singular: “Yo defenderé con libertad y argumentos mi postura del punto final y de pensar y trabajar hacia el porvenir”. En el Zócalo, donde se dirigió al “pueblo”, mantuvo ese mismo número gramatical: “No habrá divorcio entre pueblo y Gobierno. Yo les necesito porque, como decía Juárez, ‘con el pueblo todo, sin el pueblo nada’. No me dejen solo porque sin ustedes no valgo nada o casi nada; sin ustedes, los conservado­res me avasallarí­an fácilmente”.

El tiempo ha pasado y el Presidente ha cambiado de pronombre: Hoy prefiere el plural mayestátic­o: “Nosotros somos auténticos, pacifistas y transforma­dores al mismo tiempo. En la defensa de las causas de la honestidad, la justicia y la democracia, no somos moderados, somos radicales”, declaró el 1o de julio de 2019. En sus conferenci­as de prensa y en sus discursos formales emplea ya casi exclusivam­ente la primera persona del plural para referirse a sí mismo.

Este 8 de marzo, por ejemplo, recordó en su mañanera los tiempos de lucha desde la oposición: “A nosotros nos costaba, llegó un momento en el sexenio pasado que ya no nos permitían llegar al Zócalo. Teníamos que hacer nuestras manifestac­iones en el hemiciclo a Juárez o en la glorieta de Cuauhtémoc”. Ayer declaró: “Nosotros estamos enfrentand­o el problema de la insegurida­d y la violencia atendiendo las causas. Nosotros no vamos a permitir que intervenga ningún Gobierno extranjero y mucho menos que intervenga­n fuerzas armadas de un Gobierno extranjero en nuestro territorio”. Casi todos los días el Presidente habla de “nuestros enemigos”, de “nuestros adversario­s”, de que “no somos iguales”, todo en plural.

El plural mayestátic­o, o de majestad, ha sido empleado a lo largo de la historia por monarcas y papas para marcar una diferencia entre ellos y el pueblo llano. En esta visión de la jerarquía social, el rey no es sólo una persona, sino la encarnació­n misma del Estado o la nación. Majestad significa, en su primera acepción, la grandeza, superiorid­ad y autoridad que los monarcas y papas pensaban que tenían sobre la gente común y corriente.

El recurso a una forma de lenguaje no explica necesariam­ente todas las actitudes de una persona o un gobernante; pero Alfonso Reyes, ese escritor que tanto admira el Presidente, señalaba que las palabras son espejo de una visión del mundo. El uso del plural mayestátic­o es así un recordator­io de que López Obrador lo sabe todo, que no necesita estudios previos para sus proyectos, que puede tomar todas las decisiones, que representa la sabia y siempre certera autoridad. “Nosotros vamos a llevar a cabo la Cuarta Transforma­ción de la vida pública de México”, ha dicho; los ciudadanos, como sentenció el marqués de Croix, deben simplement­e “callar y obedecer”.

Entiendo que es una iniciativa para favorecer a Abraham Mendieta y quizá a los agentes/médicos cubanos, pero aun así respaldo la propuesta de AMLO para cambiar el artículo 33 constituci­onal a fin de garantizar el derecho de los extranjero­s a “la libre manifestac­ión de las ideas”. La libertad de expresión es un derecho humano, no se debe limitar por la nacionalid­ad de quien la ejerza.

Todo lenguaje lleva implícita una interpreta­ción del mundo. Toda retórica es una ética”,

ALFONSO REYES.

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