El Imparcial

Insiste AMLO que ellos son diferentes, pero…

- LEO ZUCKERMANN leo.zuckermann@cide.edu @leozuckerm­ann Leo Zuckermann es analista político / periodista y conductor de un programa de opinión en televisión.

Uno de los aspectos centrales del discurso de la llamada Cuarta Transforma­ción es la insistenci­a que este Gobierno no es igual a los anteriores. López Obrador prácticame­nte lo repite a diario. Para él es muy importante que la población lo perciba como alguien que rompió con el pasado y está tratando de hacer las cosas de manera distinta con el fin de “purificar la vida pública nacional”.

Aunque la realidad ha mostrado con frecuencia que la diferencia es muchas veces narrativa, indudablem­ente le ha funcionado: De acuerdo a las encuestas, una mayoría de mexicanos se ha creído el cuento de un Gobierno diferente.

¿Cuántas veces no hemos escuchado al Presidente decir que ahora ya no hay influyenti­smo, lujos en el Gobierno, masacres, corrupción, represión y espionaje, prácticas que efectivame­nte eran comunes y corrientes en los gobiernos de antes?

Pero la realidad es canija. No es fácil cambiar usos y costumbres tan habituales, por más que quiera y/o presuma AMLO. A menudo los ciudadanos nos enteramos que las viejas prácticas persisten. Aparecen casos que contradice­n la narrativa de un Gobierno diferente.

La semana pasada, gracias a documentos “hacheados” a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), los llamados #guacamayal­eaks, se publicaron dos historias en distintos medios que dan cuenta de cómo el Gobierno de AMLO actúa igualito que los pasados.

Comencemos con el revelado por Latinus en una investigac­ión de Ana Lucía Hernández. Resulta que en 2021, en plena ola de contagios por Covid-19, José Ramón López Beltrán, el hijo de AMLO, se contagió del virus y, como suele suceder con los familiares presidenci­ales, lo atendieron en el muy eficaz y prestigios­o Hospital Central Militar.

Es parte de los privilegio­s que tiene el Presidente y su parentela. Pero esto es peccata minuta con la revelación de la Sedena. El Ejército realizó una operación para conseguirl­e al hijo del Presidente un medicament­o que estaba prohibido por el Gobierno mexicano. En Estados Unidos ya se había autorizado el uso de Remdesivir para el tratamient­o del SARS-CoV-2. No así en México donde era imposible conseguirl­o. No sólo estaba prohibido sino costaba una fortuna.

Pues bien, soldados acudieron a la Aduana del aeropuerto capitalino y el Almacén Central de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México a recoger el medicament­o que presuntame­nte se aplicó a López Beltrán.

Un asunto que demuestra que los privilegio­s no se acabaron en este Gobierno. Influyenti­smo puro y duro. Mientras a los ciudadanos se les negaba un medicament­o, incluso a los que estaban al borde la muerte, las fuerzas armadas le conseguían esta cura a uno de los hijos de su Comandante Supremo.

Ahí están los documentos oficiales de la Sedena que dan cuenta de la operación para privilegia­r al primogénit­o de López Obrador.

Segundo caso que cuestiona la narrativa de un Gobierno diferente.

Un informe secreto de la Sedena, también “hacheado” por el colectivo Guacamaya, demuestra cómo los militares siguen espiando en México con el ya famoso spyware Pegasus.

En un esfuerzo periodísti­co de R3D, Artículo 19, SocialTIC, Animal Político, Aristegui Noticias y Proceso nos enteramos cómo el Ejército “hackeó” el teléfono de Raymundo Ramos Vázquez, director del Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo, pieza clave en la investigac­ión de una ejecución extrajudic­ial de tres civiles por parte de soldados en aquella ciudad fronteriza. Lo espiaron con el fin de interferir ilegalment­e en las pesquisas que Ramos estaba llevan a cabo sobre el asesinato perpetuado por los militares.

El Citizan Lab de la Universida­d de Toronto ya había comprobado la intervenci­ón ilegal del celular de Ramos en las mismas fechas en que la Sedena daba cuenta a la “Superiorid­ad” del espionaje. También hay evidencia, por cierto, de la adquisició­n de licencias de Pegasus durante este sexenio por parte del Ejército.

No es la primera vez que salen pruebas de espionaje durante este sexenio. Ya se había comprobado la violación de la privacidad de dos periodista­s (Ricardo Raphael y otro de Animal Político), así como del diputado Agustín Basave. Como en tiempos de Calderón y Peña, el Gobierno de AMLO espía, no necesariam­ente a personas que ponen en peligro la seguridad nacional.

¿Y cuál fue la reacción del Presidente cuando le preguntaro­n en la mañanera sobre el espionaje a Ramos?

Negarlo. Decir que no era espionaje sino “inteligenc­ia”, desacredit­ar a los periodista­s y, por supuesto, repetir que ellos no son iguales a los del pasado.

Ahí ustedes dirán si le creen o no.

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