El Imparcial

Y SIN EMBARGO

- NICOLÁS PINEDA nicolas.pineda.p@gmail.com @npinedap Nicolás Pineda. Analista político.

La concurrenc­ia electoral de Sonora es políticame­nte regresiva

El Congreso del Estado de Sonora aprobó una reforma constituci­onal que establece que las elecciones para Gobernador de Sonora serán concurrent­es con las de Presidente de la República. Para lograr esto, se dispone que el periodo de Gobierno del siguiente Gobernador del Estado será de solo tres años. De este modo, a partir de 2030 las elecciones de Gobernador de Sonora y de Presidente de la República serán concurrent­es. Esto quedó publicado en el Boletín Oficial del 2 de marzo de 2023.

La concurrenc­ia concentra más poder en el Presidente

Hace muchos años, en los tiempos del presidenci­alismo imperial mexicano de la época de José López Portillo, aprendí, en un libro titulado La Administra­ción Estatal en México de Carlos F. Almada, que uno de los pocos límites y contrapeso­s que entonces existía al poder presidenci­al, además de la no reelección, era precisamen­te el calendario de renovación de los poderes estatales.

Sin soslayar el hecho de que, en esos años, todos los gobernador­es eran impuestos por el Presidente de la República en turno, resulta que, debido a la renovación paulatina de los poderes estatales, el Presidente entrante “heredaba” la mayoría de los gobernador­es designados por el Presidente anterior y no podía designar a sus gobernador­es sino conforme lo iba marcando el calendario de renovación de los poderes estatales.

A manera de ejemplo, C. F. Almada mencionaba que durante el primer año de mandato del presidente Ruiz Cortines, había 22 gobernador­es que habían sido designados por su antecesor y siete gobernador­es designados por el nuevo Presidente. A lo largo del sexenio la proporción iba variando hasta que en el último año había 28 gobernador­es designados por Ruiz Cortines y uno solo nombrado por Miguel Alemán quien sería el siguiente Presidente.

Este calendario de renovación paulatina de poderes le daba cierta estabilida­d al sistema político y evitaba que se dieran más bandazos y cambios radicales con el cambio de Presidente.

La concurrenc­ia diluye la autonomía estatal y el federalism­o.

Cuando las elecciones y los gobernador­es eran decididos por el PRI y por el Presidente en turno, es decir, hasta la década de 1990, en Sonora, siempre se observaba que cada Gobernador tenía tres años para gobernar con el Presidente que lo había “palomeado” y que le era afín y tres años tenía que batallar y ser cauteloso con el siguiente Presidente y que podía serle adverso. Esto no fue obstáculo para que la mayoría de los gobernador­es del régimen autoritari­o salieran avante con sus gobiernos. Aunque no estaban exentos de que, al caer de la gracia presidenci­al fueran removidos por el mismo Presidente, como le sucedió a Biebrich y a muchos otros gobernador­es de otros estados.

Se supone que esto desapareci­ó con el advenimien­to de las elecciones relativame­nte libres y la transición democrátic­a de los noventa. A partir de que en 1989 el Presidente Salinas toleró el triunfo de Ernesto Ruffo en Baja California, al menos los gobernador­es de oposición ya no eran designados por el Presidente en turno. Se avanzó a un mayor pluralismo político y se redujo el presidenci­alismo y la concentrac­ión de poder.

Por lo anterior, suenan huecos los argumentos de que esta reforma se hace para ahorrar recursos y porque los electores participan más en las elecciones presidenci­ales. Lo que efectivame­nte hace esta reforma es ponerle en bandeja de plata a cada candidato presidenci­al “oficial” que decida quién deberá de ser el candidato en Sonora. Con ello vamos para atrás no sólo a los tiempos del PRI, sino a un poder presidenci­al aún más reconcentr­ado.

Todo esto va contra la tendencia de la historia política moderna que enseña que la concentrac­ión del poder en un solo hombre o mujer nunca ha sido benéfico para los pueblos ni ha representa­do un avance político. Al contrario, esta concentrac­ión termina siendo opresiva para las libertades civiles y termina dañando incluso económicam­ente a los pueblos que quiere beneficiar. Vamos para atrás.

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