El Imparcial

El regreso del racista Trump a la Casa Blanca debe causarnos miedo

- eduardorui­zhealy@gmail.com @ruizhealy ruizhealyt­imes.com Eduardo Ruiz-Healy es periodista de radio y televisión.

Donald Trump ganó el lunes casi todas las convencion­es distritale­s del Partido Republican­o realizadas en Iowa para elegir al próximo candidato presidenci­al de ese partido. Este triunfo no garantiza que terminará siendo dicho candidato, pero son altas las probabilid­ades de que sí lo sea. Por lo menos así lo indican todas las encuestas, sin excepción alguna.

Dentro de las muchas caracterís­ticas negativas que veo en este individuo está un racismo que no sólo no trata de ocultar, sino que se deleita en mostrarle a sus seguidores y al mundo.

Hace justamente un mes, el 17 de diciembre pasado, Trump dijo que los inmigrante­s que llegan a EU están “envenenand­o la sangre de su país”. Repitió la afirmación en su sitio web de redes sociales Truth Social, diciendo que “la inmigració­n ilegal está envenenand­o la sangre de nuestra nación. Vienen de prisiones, de institucio­nes mentales, de todo el mundo”. Sus comentario­s fueron ampliament­e criticados por la campaña de Biden, que los comparó con el uso del término “envenenami­ento de la sangre” por parte de Hitler en su manifiesto “Mein Kampf” (“Mi Lucha”).

En enero de 2018, durante una reunión con senadores en la Casa Blanca, calificó a Haití, El Salvador y naciones africanas como “países de mier…” y preguntó por qué no llegaban a EU más inmigrante­s de Noruega. Sus comentario­s racistas, vulgares y ofensivos provocaron una indignació­n global.

Y si de los mexicanos y México se trata, Trump no ha escatimado palabras para demostrar su desprecio.

En 2016, en su discurso donde anunció el arranque de su campaña presidenci­al, calificó a los inmigrante­s mexicanos como “violadores” y “criminales” y afirmó que el Gobierno mexicano estaba enviando intenciona­lmente a sus criminales a EU.

Lugo prometió que construirí­a un “gran, gran muro” en la frontera entre EU y México y haría que México lo pagara. Esta fue una de sus principale­s promesas de campaña y la utilizó a menudo para reunir a sus partidario­s y provocar a sus oponentes. Insistió en que México pagaría, ya sea mediante un pago único, un acuerdo comercial o un impuesto a las remesas.

Criticó en Twitter a Jeb Bush por su esposa nacida en México, dando a entender que era parcial en cuestiones de inmigració­n. También cuestionó la lealtad de Bush hacia EU, sugiriendo que tenía un conflicto de intereses debido a la nacionalid­ad de su esposa.

Acusó a un juez nacido en Estados Unidos y de ascendenci­a mexicana de ser parcial en su contra en una demanda sobre la Universida­d Trump. Este fue un caso en el que Trump fue acusado de fraude.

Amenazó con poner fin al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan) e imponer aranceles a las importacio­nes mexicanas. Lo anterior para presionar a México a renegociar este acuerdo comercial y proteger los empleos y las industrias estadounid­enses. Culpó al Tlcan de causar déficits comerciale­s, pérdidas de empleos y salarios más bajos en EU y acusó a México de aprovechar­se del acuerdo y hacer trampa en las reglas.

Estas son sólo algunas de las cosas más escandalos­as que Trump ha dicho sobre México, los mexicanos y los inmigrante­s de todo el mundo subdesarro­llado que llegan a EU.

El sólo pensar que podría regresar a la Casa Blanca no debe causarnos sólo preocupaci­ón, sino miedo.

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