POLARIZACIÓN POLÍTICA
Los grupos “Letras Libres”, “Nexos” , y “Este País”, se pronunciaron por la alianza formada por el PRI,PAN y PRD, y llamaron a votar por Xóchitl Gálvez Ruiz. La candidata fue presentada por el antropólogo Roger Bartra, en un evento con intelectuales a los que expresó: “Hemos decidido pronunciarnos públicamente por Xóchitl Gálvez, debido a que López Obrador y su partido pretenden extender la deriva autoritaria durante el próximo sexenio, lo que significa una grave amenaza para la democracia”.
México para “Letras Libres”, “Nexos” y “Este País” parecía haber llegado a una transición democrática con la llegada de Vicente Fox a la presidencia de la República.
En su aspecto formal, nuestro país vivía una incipiente democracia, con un débil Estado de Derecho, un abismo de desigualdades sociales, alarmantes niveles de violencia social, una clase política autocomplaciente, políticas públicas ineficaces y un profundo descontento popular.
Se olvidan que, en las elecciones presidenciales del 2006, se produjo un escenario crítico.
Aún peor, no era el gobierno quien perdió por un margen escaso, sino el candidato opositor, Andrés Manuel López Obrador, de la “Coalición por el Bien de Todos” encabezada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que terminó en segundo lugar tras “perder” con Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional ( PAN), por apenas una diferencia del 0.58% de los votos válidos emitidos.
Durante meses, López Obrador había ido a la cabeza de las encuestas de opinión pública, con márgenes amplios y sostenidos por encima de cualquier otro posible competidor. Parecía altamente probable que se iba alzar con la victoria.
Sin embargo, Calderón con el apoyo del presidente Vicente Fox, desplegó una campaña de ataques personales contra su adversario. En consecuencia, apenas dos meses antes de los comicios, la contienda se convirtió en una lucha entre Fox y López Obrador.
Como respuesta, López Obrador retomó un tema que ya había usado antes en su carrera política al acusar a sus adversarios de estar recurriendo al juego sucio.
Como ahora sucede los medios de comunicación corporativos no otorgaron un tratamiento equitativo a los candidatos a la presidencia.
Fue una “elección de Estado” orquestada por el presidente Fox, así como una “guerra sucia” emprendida por el PAN.
Lo que parecía ser el plácido recorrido hacia la victoria, de un candidato opositor desembocó en la doble incertidumbre, no solamente de quién iba a ganar sino también si el perdedor iba a aceptar el veredicto de las urnas.
La jornada electoral del 2 de julio de 2006, transcurrió sin complicaciones y en calma una vez que la crispación de las campañas cedió el paso a los hábitos cívicos de los ciudadanos y las rutinas administrativas del entonces Instituto Federal Electoral (IFE).
Ni las autoridades electorales, ni los partidos políticos, ni los medios de comunicación reportaron incidentes graves.
Los observadores fueron unánimes en aclamar la jornada electoral como un ejercicio ejemplar de participación ciudadana. El problema empezaría después para Fox.
Al cierre de las casillas, las principales cadenas de televisión informaron que no estaban en condiciones de comprometerse a dar un ganador con base en sus propias encuestas de salida.
Pocas horas después, Luis Carlos Ugalde, quien era el consejero presidente del IFE, apareció ante las cámaras para explicar que, de acuerdo con el conteo rápido de la misma institución, la distancia entre los dos candidatos punteros caía dentro de los márgenes de error estadístico. La elección fue demasiado cerrada para anticipar resultados.
El máximo representante del instituto electoral llamó a la “prudencia” y pidió a los candidatos abstenerse de declarar su victoria públicamente.
Sin embargo, apenas había terminado de hablar, cuando López Obrador y Calderón aparecieron en la televisión nacional, cada uno por su cuenta, para declararse felices triunfadores de la contienda.
La pesadilla dentro de la pesadilla: en medio de la incertidumbre estadística y política, los dos candidatos punteros proclamaron sus certidumbres respectivas de victoria.
Los recuerdos de la elección despojada de 1988 seguían muy vivos.
En este contexto, la propaganda negativa del PAN que describía al candidato opositor como “un peligro para México” sugería que el gobierno había llegado a verlo como una amenaza para sus intereses.
Los poderosos habían llegado a creer que el “proyecto alternativo” era “inaceptable” y “harían todo” por “destruir” a esa candidatura. Volvieron a repetir la misma fórmula en las elecciones del 2012.
Pero desde el 2006, ambos bandos abrazaron la lógica de la polarización, de percepciones de amenaza, que alimentan a dos visiones del mundo excluyentes, y esa realidad está presente en la elección del próximo 2 de junio de 2024.
Calderón con el apoyo del presidente Vicente Fox, desplegó una campaña de ataques personales contra su adversario. En consecuencia, apenas dos meses antes de los comicios, la contienda se convirtió en una lucha entre Fox y López Obrador