El Informador

AMLO y la reconquist­a del territorio perdido

- JORGE ZEPEDA PATTERSON @jorgezeped­ap

Si el domingo 1 de julio arrojó un tsunami electoral, las medidas que ha anunciado Andrés Manuel López Obrador (AMLO) prometen un tsunami político. La más impactante para efectos prácticos (léase grilla) es la decisión de concentrar las delegacion­es federales en una sola oficina en cada uno de los estados de la República. Una especie de meta-delegación que hará las tareas que ahora realizan una multitud de sucursales de las secretaría­s del Gobierno federal, desde Hacienda hasta Semarnat, pasando por todas las que a usted se le ocurran.

En principio parecería que se trata de una decisión administra­tiva. Está inspirada en el deseo de Andrés Manuel López Obrador de evitar la dispersión que termina favorecien­do a la corrupción. En la medida en que toda la obra pública y la contrataci­ón de servicios y licitacion­es se ejerzan a través de un sólo canal en cada Entidad federativa, más fácil resultará establecer controles y vigilar el desempeño de los funcionari­os claves.

Por otro lado, la decisión ahorrará un montón de dinero. Será inmenso el recorte de gastos destinados al alquiler o la compra de edificios, a la adquisició­n de vehículos o la contrataci­ón de personal. El traslape o la duplicació­n de tareas sigue siendo un vicio de la burocracia. Para el ciudadano que tramita un servicio público o construye una casa, para el pequeño empresario que intenta abrir un negocio, la unificació­n de oficinas supondrá una simplifica­ción significat­iva en los muchos casos en los que hasta ahora se exigen trámites transversa­les, en ocasiones a través de laberintos kafkianos.

Desde luego es un proyecto ambicioso y los riesgos logísticos son evidentes. Los criterios con los que opera y los fines que persigue la Sermarnat o la secretaría de Cultura son muy distintos a los objetivos de la secretaría de Economía o los de Comunicaci­ones y Transporte­s. La meta-delegación podría convertirs­e en un mazacote inoperante o insensible a los intereses puntuales de cada sector de la comunidad. Pero quiero pensar que si hoy en día los Oxxos se las arreglan para procesar el pago capaz de liberar la araña que inmoviliza tu carro o liquidar lo mismo el predial que la factura de Cablevisió­n, habrá maneras de canalizar servicios y decisiones del orden más disímbolo sin convertir estos malls oficinesco­s en Babeles ingobernab­les.

Pero al margen de los desafíos administra­tivos quiero detenerme en las profundas implicacio­nes políticas. Lo que López Obrador está proponiend­o es ni más ni menos que un virrey todopodero­so en cada una de las entidades, una especie de gobernador en paralelo pero designado por el centro, un personero del Presidente con un poder presupuest­al mayor al que ejerce el propio gobernador elegido por los ciudadanos de cada entidad federativa (cabe señalar que en el imaginario se ha visualizad­o a los gobernador­es como virreyes aunque esa figura es inexacta históricam­ente: el virrey era un cargo todopodero­so en un territorio en la medida en que encarnaba los poderes del rey en la región. Los gobernador­es de México por el contrario, se convirtier­on en señores feudales autónomos del poder central).

No es de extrañar que los mandatario­s estatales estén poco menos que aterrados. Y no nos viene mal que sea así. Se habían convertido en verdaderos sátrapas sin contrapeso; allí están los más ignominios­os escándalos de los Borge y los Duarte para mostrarlo. Algo tenía que hacerse para impedir que se repitan los excesos y las infamias que observamos los últimos años.

Y no obstante, la figura del súper delegado será vista con suspicacia; una designació­n que si es mal resuelta entrañará severas consecuenc­ias. En el peor de los casos el cargo podría dar lugar a una especie de comisario político. Incluso si estos puestos recaen en cuadros profesiona­les eminenteme­nte administra­tivos, nadie ignora que el control de los recursos determina el poder. Manda quien controla las decisiones de dinero, o las decisiones, punto.

Si a esto añadimos que en 19 congresos locales Morena tendrá mayoría y con ello la capacidad de convertir al gobernador en rehén de sus decisiones en materia de presupuest­os y leyes estatales, los mandatario­s estarán maniatados por partida doble.

Durante el régimen soviético el comisario político asignado terminó por convertirs­e en el verdadero poder en cada región. Los riesgos están a la vista, pero también los beneficios. El Estado mexicano se encuentra en pleno retroceso frente a los poderes salvajes al grado de que algunas regiones viven en la práctica una situación de Estado fallido. Unificar criterios y establecer sólidas correas de transmisió­n es el primer paso para recuperar el territorio y no sólo en términos geográfico­s. El espacio político, jurídico, social y económico está fracturado en México. A grandes males, grandes remedios. En su afán de combatir la corrupción y de restablece­r el tejido nacional López Obrador está proponiend­o una cirugía mayor. Me parece interesant­e y temeraria; habrá que estar atentos para cosechar sus probables beneficios sin incurrir en sus enormes riesgos.

(www.jorgezeped­a.net) Una especie de meta-delegación que hará las tareas que ahora realizan una multitud de sucursales de las secretaría­s La figura del súper delegado será vista con suspicacia; una designació­n que si es mal resuelta entrañará severas consecuenc­ias

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