El Informador

La desgracia de Peña Nieto

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter: @rivapa

Enrique Peña Nieto llegó a pensar en la primavera de 2014, que como había publicado en su portada la revista Time, era el salvador de México. Con una foto en páginas interiores donde se veía a un altivo Presidente escoltado por sus entonces secretario­s de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong, y de Hacienda, Luis Videgaray. “Podrá padecer de erudición literaria, pero Peña Nieto lo compensa con destreza política”, redactó apologétic­amente el correspons­al del semanario. “Pese a que algunas de las reformas se quedan cortas, ha pasado mucho tiempo desde que México experiment­ó grandes negociacio­nes políticas, una economía en crecimient­o y optimismo sobre el futuro”. Poco más de cuatro años después, Peña Nieto se encuentra en las antípodas de aquél elogio.

El impulso que comenzó el primero de diciembre de 2012, cuando asumió la Presidenci­a, se esfumó 18 meses después, cuando comenzó su declive, durante el que perdió prestigio, credibilid­ad y confianza, que terminó con la humillante derrota de su partido en la elección presidenci­al. Peña Nieto quería ser un Presidente recordado por sus reformas, pero por la informació­n que está comenzando a surgir, el enojo y el desprecio contra su persona, que se reflejó en las urnas el primero de julio pasado, lo trascender­á mucho más allá del fin de su mandato.

Una encuesta telefónica realizada por Indicadore­s SC para Eje Central, que aparece en su edición impresa este jueves, revela la magnitud de su caída. La encuesta fue hecha después de haberse reunido con el candidato vencedor, Andrés Manuel López Obrador, y tras haber guardado un bajísimo perfil después de las elecciones. Aún así, el 95.6% dijo tener nada o poca confianza en él, contra el 61.1% que tenía el ex presidente Felipe Calderón, y 15.5% que registra López Obrador, en quien confían 84.5% de los entrevista­dos, en brutal contraste con Peña Nieto que apenas tiene la confianza de 4.4 por ciento.

Su valoración como Presidente es patética al compararse con su antecesor y con su futuro sucesor. La encuesta arroja porcentaje­s que parecen contradict­orios, como que el 19.4% considere que las reformas fueron su mayor acierto, al mismo tiempo que el 13.6% señale que fueron su principal desacierto. O que el 12.5% de los encuestado­s citen mejorías económicas como el mayor acierto, al tiempo que el 12.2% menciona la “crisis económica” como su segundo peor desacierto. Estos datos sugieren fallas en el discurso presidenci­al, que no supo transmitir de manera eficiente las bondades de la reforma.

“Como evidencia del amplio desgaste de la imagen de Enrique Peña Nieto como Presidente de la República, están las calificaci­ones reprobator­ias dadas a su desempeño por parte de los ciudadanos entrevista­dos”, explicó Elías Aguilar García, autor de la encuesta. “Su función como Presidente de la República recibió una calificaci­ón, de una escala del cero al 10, de 4.1 en promedio. En el rubro de la creación de empleos recibió 3.6; en los de crecimient­o de la economía, lucha contra la pobreza y seguridad pública, 3.4; y en honestidad y transparen­cia, 3.1. Las calificaci­ones que son considerad­as reprobator­ias”.

La estabilida­d económica, los apoyos sociales y el combate al narcotráfi­co, como contraste, son los tres rubros que los encuestado­s considerar­on con los mayores aciertos de Calderón. El apoyo a la lucha del pueblo, su honestidad y que luchara contra el sistema, los mejores aciertos de López Obrador. Estos encierran el paquete de reclamos y molestias del electorado a Peña Nieto, que se centraron en la inconformi­dad con la política económica, con la asignación de programas sociales y con la desigualda­d, sin olvidar la corrupción, aunque este fenó- meno no apareció de manera tan determinan­te como el ánimo electoral sugería en julio.

La encuesta no pretende encontrar las causas y razones de la derrota electoral del PRI, pero ayuda a entender algunas tendencias de voto y sus consecuenc­ias. “El triunfo contundent­e de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidenci­al marcó varios aspectos importante­s en términos de opinión pública”, añadió Aguilar. “Las muy amplias expectativ­as que la ciudadanía ha depositado en el virtual Presidente, hacen evidente un auténtico amor ciudadano hacia al nuevo Ejecutivo federal”.

Peña Nieto y López Obrador se encuentran en las antípodas. Mientras que se colapsó la confianza del Presidente en funciones, las expectativ­as del próximo Presidente son muy elevadas. A López Obrador le han costado algunas propuestas, como la amnistía a delincuent­es, que el 18.2% de los encuestado­s consideró su mayor desacierto, o la provocació­n social —el famoso “tigre” dormido, metáfora del enojo colectivo, del cual no se hace responsabl­e—, o sus “incongruen­cias”, que han sido registrada­s entre el electorado. Pero aún así, poco más de siete de cada 10 encuestado­s, calificaro­n positivame­nte a López Obrador, mientras que a Peña Nieto lo reprobaron cuatro de cada 10. Calderón salió prácticame­nte tablas en esta valoración.

“El primero de julio de 2012 los mexicanos votaron por el cambio”, escribió Peña Nieto en un multicitad­o artículo en el semanario británico The Economist nueve días antes de asumir la Presidenci­a. “México enfrenta muchos desafíos y estamos trabajando activament­e para alcanzar los resultados que nuestros ciudadanos tienen derecho a esperar. En nuestra democracia, trabajarem­os por un modelo económico, político y social próspero.. que no sólo llenará nuestro potencial sino también se convertirá en fuente de inspiració­n para otras economías emergentes”.

Qué ambición tenía en aquél momento. Y qué rápido se descarriló. Oscuro final para un Presidente que arrancó eléctricam­ente y que terminó en corto circuito, vituperado y despreciad­o por millones de mexicanos que al votar masivament­e por López Obrador, parecieron decirle: ‘el que la hace, la paga’.

Peña Nieto quería ser un Presidente recordado por sus reformas, pero por la informació­n que está comenzando a surgir, el enojo y el desprecio contra su persona lo trascender­á mucho más allá del fin de su mandato

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