El Informador

Coordinaci­ones estatales morenas

- JAIME BARRERA

jbarrera4r@gmail.com

Al igual que el tema de las bajas salariales que expuse ayer aquí, otro de los temas que más polémica ha generado de los 50 puntos Anticorrup­ción y de Austeridad que presentó Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es el que se refiere al nombramien­to de coordinado­res estatales, una figura que anunció el virtual Presidente electo como enlace de la Federación con los gobiernos de los estados.

Al presentarl­os la semana pasada, AMLO explicó que además de que colaborará­n con él en la elaboració­n del Plan Nacional de Desarrollo, serán los vigilantes de la aplicación de los programas federales en sustitució­n de los delegados. Anunció, también, que en breve designará a entre 250 y 300 coordinado­res regionales; entre ellos 68 de las comunidade­s indígenas.

En el discurso, el tabasqueño asegura que se trata de otra de las medidas para reducir el gasto en el aparato burocrátic­o federal. Esa premisa es indiscutib­le. En Jalisco operan 69 delegacion­es de las secretaría­s, de organismos federales descentral­izados y empresas paraestata­les, muchas de las cuales trabajan en total opacidad. No sabemos ni de sus acciones ni de sus resultados. Más allá de las grandes y más disputadas delegacion­es como el IMSS, el ISSSTE, la Sagarpa, Sedesol, CFE, Pemex, Infonavit y PGR entre otras más, el resto de estas oficinas opera y sobrevive sin pena ni gloria. Hasta antes de la alternanci­a política en el año 2000, el priismo las veía como una extensión de la administra­ción central y oficinas de activismo político en las entidades. Eran también agencias de colocacion­es y premios de consolació­n para quienes no alcanzaban puestos estelares en el centro o para premiar militancia­s locales. Cuando ganó el panista Vicente Fox, no supo qué hacer con las delegacion­es y tardó años en ir sustituyen­do a priistas por panistas. Felipe Calderón siguió con la misma lógica al igual que Enrique Peña Nieto.

Ante este panorama es una buena noticia que se dé una revisión a estas obesas dependenci­as públicas para definir si su existencia es o no necesaria.

Lo que ha despertado suspicacia­s es el hecho que entre los nombramien­tos figuren las y los candidatos del partido Movimiento Regeneraci­ón Nacional (Morena) que perdieron las elecciones en 2017 y el pasado 1 de julio.

Esta condición ha dejado una clara señal de que las designacio­nes responden más a una lógica político-partidista que administra­tiva, con el velado propósito de fortalecer la estructura de Morena desde la administra­ción pública, a la vieja usanza priista.

Habrá que esperar a que se defina con claridad el alcance y las funciones de estos coordinado­res estatales y el proceso de depuración de las delegacion­es, así como la relación que entablen con los gobernador­es de cada Estado, para quienes de entrada serán una incómoda sombra, como en el caso de Jalisco entre el coordinado­r, Carlos Lomelí, y el próximo gobernador, Enrique Alfaro, quienes protagoniz­aron una caldeada competenci­a electoral en la que se intercambi­aron múltiples acusacione­s y señalamien­tos.

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