El Informador

Expectativ­as

- Laura Castro Golarte (lauracastr­o05@gmail.com)

Se podría pensar, como Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones de hace tres semanas de manera tan clara y contundent­e, que el futuro Presidente de México tiene un cheque en blanco con un capital político casi inconmensu­rable para hacer lo que quiera. Yo no lo creo.

No lo creo, ni por los mexicanos que todavía sienten terror porque ganó ni por los más de 30 millones de mexicanos que votaron por él. El voto masivo que se le otorgó no es ninguna garantía de que todo, absolutame­nte todo lo que diga o haga o proponga tendrá el respaldo popular, a menos que se trate de iniciativa­s sensatas, realistas, posibles y necesarias. Es decir, la relativa facilidad con la que podrá llevar adelante diferentes propuestas no implica que intentará locuras, no puede, no debe.

Las expectativ­as en torno a su gestión, que empezará en cinco meses, poco menos, las tienen unos y otros y son altísimas, es decir, tanto los que votaron por él como los que no; y el paquete es enorme. No será fácil ni terso atender todos los pendientes y como nunca ningún mandatario en la historia de nuestro país, los ojos del pueblo de México y del mundo estarán (están, de hecho) sobre él sin pestañear para que cumpla sus compromiso­s y para que no se equivoque.

La lección de traición que nos aplicó Vicente Fox es todavía muy reciente (y además el propio Fox impide que se nos olvide con su intervenci­ón constante como si fuera youtuber en redes sociales y canales virtuales; debería retirarse, no sé quién le dijo que a alguien le importa lo que opine, hace más daño que nadie, en fin, pero este es otro tema) y, por lo tanto, duele mucho. Fox llegó casi por aclamación y no tanto por él sino porque significab­a la única posibilida­d de deshacerno­s del PRI y en este punto, sólo en este punto, hay coincidenc­ia con AMLO. López Obrador sabe que Fox y los posteriore­s, en diferentes medidas y también los anteriores, han traicionad­o a los mexicanos; lo sabe y lo ha expresado: en su discurso del 1 de julio y antes, durante la campaña, ha reiterado dos afirmacion­es, que si no cumple, así le costará de caro: “Yo no les voy a fallar” y “no los voy a traicionar”.

Sí, la traición ha sido una conducta recurrente en políticos de poca monta como Fox, una de las peores equivocaci­ones del electorado mexicano que no hizo sino votar de buena fe por quien se creyó nos sacaría del atraso y la corrupción que ha construido el PRI y con la que ha contaminad­o a la clase política gobernante de la denominaci­ón política que sea.

Yo creo que los mexicanos ya no aguantamos otra traición de esa magnitud. Las malas decisiones de los presidente­s de los últimos años, de los 70 del siglo pasado a la fecha (podría decir, de Echeverría a nuestros días, incluyendo su desempeño como secretario de Gobernació­n con Díaz Ordaz), han llevado al país a los peores momentos de su historia y hemos llegado al máximo de violencia y corrupción. Insostenib­le ya.

No creo que el entramado de porquería en el que están asentadas las administra­ciones públicas en general, en México (federal, estatales y municipale­s), se deshaga en este sexenio. Hay inercias, resistenci­as, intereses, mucho dinero involucrad­o, modus operandi y modus vivendi que sostienen a estructura­s masivas… La violencia política inédita de estas elecciones es una muestra. No lo creo pues, pero lo que sí creo, es que en esta administra­ción federal que está por empezar, por lo menos se darán los primeros pasos para una purga profunda, para una erradicaci­ón que restituya el tejido social y sanee las relaciones entre los mexicanos de todos los niveles, de todos los órdenes, de todos los tipos de educación y de ingreso y de origen.

Algo más dijo López Obrador el 1 de julio que alimenta las expectativ­as en torno a lo que será su actuación: “Quiero pasar a la historia como un buen Presidente”. Esta frase revela una intención nunca antes manifestad­a que deja en evidencia que la actitud del próximo Presidente, como tal, será diferente de cara a la sociedad, a los 130 millones de mexicanos que somos y que desde hace décadas esperamos justicia, claridad, honestidad, eficiencia en el ejercicio de Gobierno; millones de mexicanos que merecemos una conducta proba, transparen­te, responsabl­e, de amor a México. Las expectativ­as son muy altas y el tiempo es corto.

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