El Informador

¿Nos falta educación o nos sobra impunidad?

- Sergio Oliveira

Muchas veces pensamos que la falta de educación vial es el principal problema para los choques, atascos y desentendi­mientos entre personas en nuestras calles, pero no es así. La educación es muy importante, sin ninguna duda, pero junto con la impunidad sirve para poco. Les doy un par de ejemplos.

Venía yo en un taxi ejecutivo el otro día y durante el trayecto pasamos por situacione­s en las que otros conductore­s cometían infraccion­es. Uno hacía doble fila para dar vuelta la izquierda en el semáforo. Un segundo conductor estaba estacionad­o sobre la avenida, reduciendo en un carril la de por sí caótica circulació­n. Otro dio la vuelta en una calle sin poner la direcciona­l, lo que produjo una frenada brusca del que venía atrás seguida de cinco pitidos del claxon. Y no era 10 de mayo. De inmediato pensé en lo difícil que es la vida de quien, como el señor que estaba a mi lado en ese momento, tiene que pasar los días al volante, sufriendo las consecuenc­ias de la mala educación y actitud ajenas. Le pregunté cómo lograba lidiar con esto y me contestó con una inesperada y amplia sabiduría. Me dijo que no le molestaba cuando alguien hacía esas cosas porque él también las hacía eventualme­nte, es decir, se paraba en doble fila, se estacionab­a en lugar no permitido y daba doble vuelta a la izquierda. Y tiene razón, todos lo hacemos y cuando hacemos queremos la comprensió­n de los demás: “Es solo un minutito”, decimos al estacionar en una cochera antes de estirar tanto ese minuto que parecen horas. Pedimos paciencia ante nuestros errores pero no estamos dispuestos a dar lo mismo a los demás. Aunque esa paciencia no es el objetivo, ni la fórmula de la convivenci­a. Lo que vemos buscar es que ninguno o cada vez menos cometamos infraccion­es viales.

El precio de educarse

Los que ya han cruzado en auto la frontera con Estados Unidos saben que los mexicanos sí tienen buena educación al volante, o la adquieren por seis dólares, que es el precio a pagar por el seguro del auto antes de entrar al vecino del Norte.

Allá los mexicanos respetan los límites de velocidad; no entran en sentido contrario cuando aquí dirían: “Qué pasó oficial, es solo media cuadra”; estacionan donde es permitido y no toman antes de manejar.

Curiosamen­te aquí ya estamos dejando de tomar antes de conducir también. Y esto se debe a los operativos de vigilancia con alcoholíme­tros, mejor conocidos como “torito”, debido a que el edificio al que llevan los que caen en esa infracción en la Ciudad de México está ubicado donde antes había un “rastro”, es decir, un centro de matanza de ganado.

La eficiencia de esos operativos en México se debe al muy bajo índice de impunidad. El que sea apañado con mayor nivel de alcohol en la sangre que el permitido, va a la cárcel, aunque sea por algunas horas, además de pagar una multa considerab­le. Esa es la clave.

Porque tenemos leyes correctas, que limitan la velocidad, que prohíben circular en sentido contrario y estacionar­se en lugares de entrada y salida de vehículos, el problema es esas no se hacen cumplir y ante una posible sanción optamos por dar la famosa “mordida”, que para los no versados en el idioma informal mexicano, significa soborno.

Sí, el conductor del taxi tiene filosófica­mente la razón, pero los problemas del tráfico, que resultan en las 32 muertes diarias que eso implica en México, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Publica (SNSP), no van a reducirse mientras exista la impunidad. Porque sí sabemos qué debemos o no hacer al mando de un automóvil, de la misma manera que sabemos que “con dinero baila el perro” y seguimos incentivan­do la “mordida”.

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