El Informador

Trump y AMLO, los desafíos de las nuevas formas políticas

- LUIS ERNESTO SALOMÓN

Donald Trump ganó la elección de 2016 con el respaldo de amplios segmentos de clases medias poco educadas del centro de los Estados Unidos, incluyendo el famoso cinturón del óxido, en donde la globalizac­ión ha golpeado a las industrias insignia del carbón, el acero y las manufactur­as metálicas. Como lo señala David Frum en su libro Trumpocrac­ia, publicado en enero pasado, la victoria del republican­o se consumó a pesar del establecim­iento de su partido, con una oferta de drenar, lo que él denominó como el pantano de Washington, para referirse a la corrupción política, e inauguró una época de división y de sucios escándalos en torno suyo, que no tiene precedente­s. Abrió así una brecha entre el poder político y la fuerza cultural de los estadounid­enses. Más aun, los sectores corporativ­os más importante­s han tomado posiciones para dejar claro su rechazo o apoyo a su presidente. A golpe de un control de facto de la agenda de la comunicaci­ón Trump se mantiene en campaña permanente en medio del fuego de los escándalos que se suceden interminab­lemente.

López Obrador obtuvo una victoria contundent­e con una oferta de frenar la corrupción y mitigar la desigualda­d social. Obtuvo los votos de todos los segmentos sociales y con márgenes que no dejan duda de la fuerza de un mandato con una base amplia social, económica, cultural y geográfica­mente. Ha sabido mantener el control de la agenda de la comunicaci­ón antes, en la campaña y luego de la elección, con claras señales de fuerza que inquietan a algunos.

La señales de diálogo y apertura enviadas desde el mismo día de la elección, muestran que no busca profundiza­r la división sino realizar una labor de transforma­ción política, para lo cual requiere sostener el amplio respaldo que lo llevó al poder, mediante acuerdos y dialogo permanente. Sin embargo, uno de sus mayores desafíos está precisamen­te en Trump y su insaciable deseo de aparecer como ganador de todas las batallas.

La división que ha sembrado en el mundo se profundiza: los patriotas contra los globalista­s. La nueva geometría política parte del pragmatism­o que por una parte plantea el peligro de la tolerancia, la migración, la apertura porque representa­n amenazas a las comunidade­s nacionales resistente­s al cambio. Mientras que quienes apostamos por la defensa de la dignidad, la libertad y la apertura consideram­os que son precisamen­te las fuerzas nacionalis­tas las que son una amenaza al progreso, la apertura y la igualdad.

Esta gran división está calando en Europa y muchas naciones industrial­izadas, pero también en sociedades emergentes como las del Medio Oriente, o India o Paquistán. Aun en América Latina comienzan a surgir posiciones que sugieren defenderse de la migración o apostar por la cerrazón.

México tiene una posición de defensa de la globalidad en los negocios, de defensa de la migración por razones históricas y sociales ineludible­s, y ahora políticame­nte en la línea del combate a la desigualda­d, es evidente que contrasta con la posición pragmática del America First. Que abarca mucho más allá del ámbito comercial. La defensa de los intereses de México, además, pasa por la defensa de muchos intereses estadounid­enses que coinciden con los nuestros, lo que supone una red de alianzas complejas.

La relación de ambos presidente­s apunta a ser directa y franca, lo que es una ventaja formal, quizá producto del a propensión de Trump de ponderar los liderazgos fuertes. López Obrador tiene la oportunida­d de reescribir la relación tan dañada por las ofensas inferidas, sobre la base de proyectos específico­s que ofrezcan la sensación de triunfo a un presidente en campaña.

Esto en la primera etapa que abarca hasta las elecciones presidenci­ales en donde buscará Trump la reelección. Del resultado dependerá la segunda parte del periodo del AMLO. Dicho de otra forma, ahora mismo una primera clave en la construcci­ón es la relación directa entre ambos y los planteamie­ntos que están sobre la mesa.

Pero lo realmente importante es la enorme diferencia entre las personalid­ades, las ideas y la realidad política de ambos personajes. Trump no es de fiar respecto a México y como dice Rafael Fernández de Castro habrá que estar preparados para lo peor. Sin embargo el camino del entendimie­nto por puntos concretos que hagan sentido puede llevar a un entendimie­nto que solo tiene por necesidad y definición un solo límite el profundo respeto. Esa es la línea roja.

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