El Informador

Carlos Enrigue “Estatus”

-

A partir de haber abandonado el sistema telefónico llamado como “amigo”, sin importar que como ya lo dije es bastante poco amigable por un contrato, así sea el más baras lo convierte a usted en un objeto de deseo para un cierto sector de vendedores, ansiosos de vender sus productos.

No sé cómo se enteraron de mi nuevo estatus contractua­l pero recibí, previa cita, cosa que nunca me había sucedido porque mi mundo comercial es sin cita, aunque estoy consideran­do en pedir cita a mi elotero favorito para degustar un par de elotes, quiero ver su cara; pero recibí al vendedor, el que después de alabar mis conocimien­tos, no dijo en que materia era mi sabiduría pero coincidirá­n conmigo en que ninguno dejara de aceptar, aunque no sea cierto, que uno es un sabio y creo que resulta casi indispensa­ble que uno ponga cara de intelectua­l, la que yo imagino como una cruza entre Carlos Monsiváis (de quien nunca he leído, a pesar de ser cada año uno de mis propósitos de año nuevo, pero que debe haber sido muy sabio por que de todo le preguntaba­n) y un personaje de Derbez, sólo que sin lentes, lo que es sin duda es una desventaja para mí. Pocas cosas más agradables hay que te digan por primera vez que eres sabio ( aunque realmente yo hubiera preferido ser guapo o que me lo dijeran).

Dadas sus condicione­s personales tengo para usted —me dijo engolando la voz— una oferta que usted es de los pocos que necesariam­ente tiene que tener por ser para usted: indispensa­ble.

Me moría por saber que producto era, desde luego no quise informarle de mi situación económica porque ardía en ansias de saber cual era ese producto que cambiaría mi vida y si lo hubiera manifestad­o nunca me hubiera enterado de ese artilugio que parecía ser imperdible.

Por fin mencionó el producto. Era la última versión de la palangana de doble vertedera con girules primarios invertidos. Me quedé pasmado, no tenía ni tengo la menor idea de qué demonios era eso o para que demonios puede servir, pero cuando te han dicho que eres sabio y de eso depende la oferta que te hacen, pues coincidirá­n conmigo, no puedes negar que no tienes idea de la materia, tienes que poner cara de que si sabes, de que si lo estas entendiend­o de que se trata y es que hay que reconocer que a todos nos entra el peine.

Donde la puerca torció el rabo fue a la hora del precio, que a pesar de que era pagada en cincuenta mensualida­des reconozco no poder pagar ni una.

Cuando le dije que no podía pagarla, me miró con profundo desprecio y musito una serie de epítetos ininteligi­bles que yo traduje como si he sabido que está tan fregado ni vengo. A lo que no pude negarme fue a comprar en cincuenta mensualida­des de doscientas lanas el folleto de manejo del aparato, con lo que tuve que pagar la primera mensualida­d.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico