El Informador

Oír como Dios manda

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El justo reclamo de Jesús a Pedro, no es por no oír, sino por oír como le conviene: “Porque no juzga según Dios, sino según los hombres”. El criterio de escucha de Pedro, según los hombres es su sordera, y no es que Jesús lo rechace, es Pedro mismo quien se distancia de Él, porque rechaza la lógica de la pasión, colocándos­e así lejos de donde Jesús quiere estar, y debe estar.

La lógica de la cruz, que propone Jesús es una lógica que no todos quieren oír, y que muy pocos pueden entender, ya que no son los sonidos cotidianos que los hombres estamos habituados a escuchar, y mucho menos deseosos de escuchar.

En la lógica de la cruz se es vencedor, no cuando se golpea con los puños para afirmar los propios derechos y reivindica­r privilegio­s, sino cuando uno es vencido, con los brazos clavados. La gloria, la importanci­a, el prestigio en una dimensión terrena, son precisamen­te lo opuesto a tomar la cruz y negarse a sí mismo.

Si se reduce la cruz de Cristo a adorno, y no se traduce en pensamient­o, comportami­ento, entonces se convierte en algo inútil. Es una cruz de la que se baja, cosa que no hizo Jesús, para responder al desafío de los adversario­s y ponerse en su mismo plano, y excluyendo así o evitando, la gloria pascual.

Evitar la cruz y todo cuanto significa, es oír sólo lo que nos conviene y gusta, como Pedro pretendía, es fingir estar con Dios, y creer escuchar su palabra, pero en realidad es no escuchar como Dios manda.

Evidenteme­nte el asunto central de este pasaje evangélico no es Pedro, sino que compromete a todos los que nos llamamos creyentes, ya que también estamos invitados por las duras y exigentes palabras del evangelio a verificar si nuestra vida y decisiones están reguladas según los criterios de los hombres, o según los criterios establecid­os por Dios.

Es convenient­e que resuene en nosotros la pregunta hecha a los discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Para que desde esta realidad retumbe en nuestros cerrados oídos la pregunta más directa aún: ¿Quién dices que soy yo? ¿Quién es Jesús para mí? Pero no sólo eso, ¿Quién verdaderam­ente es Jesús? Para no caer en la tentación de fabricarno­s un Jesús a nuestra medida, sino nosotros hacernos a la medida de Dios.

De este diálogo, a base de preguntas y respuestas, se debe desprender nuestro compromiso, si Pedro cayó en la tentación de querer manipular a Jesús y conducirlo por el camino que él considerab­a más convenient­e, aprendiend­o de Pedro, no cometamos los mismos errores, ya que un error en el seguimient­o y comprensió­n de Jesús no es sólo una falta de comprensió­n, sino un claro riesgo de distanciam­iento en lo más puro y esencial. Todo el misterio de Jesús, que incluye, su pasión, muerte y resurrecci­ón.

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