Armando González Escoto
La teoría de la estupidez
El historiador italiano Carlo María Cipolla desarrolló un largo estudio acerca de la estupidez, y lo publicó justamente como “teoría” en 1988. De esta carencia humana se había interesado igualmente el filósofo español Savater. Cipolla afirma que la humanidad puede dividirse en cuatro grupos: los inteligentes, los desgraciados, los malvados y los estúpidos.
Desde luego la división parece artificiosa ya que un desgraciado, un malvado y hasta un inteligente no están libres de cometer de vez en vez alguna que otra estupidez. Habría que pensar entonces que para que la división planteada por este historiador fuese correcta, la estupidez tendría que ser más una condición que un riesgo, lo cual nos podría llevar a una nueva forma de catalogarnos: los que rara vez cometen estupideces, los que las cometen con mayor frecuencia, y aquellos que se dedican a hacerlo toda la vida con singular empeño. Lo más evidente es que la mayoría de los seres humanos nos movemos en el segundo grupo.
Pero bien pensado ¿qué es la estupidez? En su origen la palabra latina significaba estupor y torpeza, de donde pasó a calificar los pensamientos, respuestas o acciones que no se sujetan a la lógica común. En cierto modo la estupidez califica una manera de pensar y de actuar equívocas o plenamente erróneas.
En el mundo contemporáneo esta específica estupidez afecta a un impresionante número de personas, como puede verse en todo lo que se dice y afirma en las redes sociales, en las conversaciones de sobremesa o a la hora de verter opiniones sobre cualquier tema, máxime, si se piensa que ya lo sabe uno todo porque lo leyó en internet.
Dar un juicio erróneo ya es de por sí estúpido, pero hacerlo con absoluta convicción y arrogancia supera cualquier calificativo posible, no obstante mucha gente de nuestros tiempos lo hace cotidianamente, con el riesgo de provocar otra mayor estupidez, la de aquellos que les creen.
Sin duda que la estupidez suele estar privada de las capacidades básicas de un ser humano, es ciega, no oye, no analiza, no comprueba, no investiga, solamente afirma de manera contundente, y ay de aquel que se atreva a cuestionarla. La estupidez suele ser violenta.
En el fértil terreno de la estupidez florecen todos los prejuicios, las fáciles generalizaciones, los temas de moda, los lugares comunes donde todo mundo quiere empantanarse, las descalificaciones y las más burdas condenas, a esa patria pertenecen los que llamaron mataperros al que mató a un perro, nazis a todos los alemanes, delincuentes a todos los migrantes, violadores a todos los mexicanos, gringos a todos los rubios, terroristas a los migrantes, y países pobres a aquellos que no son ateos, que si lo fueran ya serían potencias mundiales.
Claro que la estupidez genera negocios muy lucrativos, a fin de cuentas los grandes mercadólogos cuentan mucho con ella, es así que pueden vender, promocionar, divulgar y acreditar cuanta cosa les venga en mente y en todos los campos de la vida: salud, religiosidad, política, moda, economía, turismo, historia, y lo que sea, siempre habrá gente dispuesta a comprar y creer cualquier cosa que se les presente bien.
En el mundo contemporáneo esta específica estupidez afecta a un impresionante número de personas, como puede verse en todo lo que se dice y afirma en las redes sociales...