El Informador

La declaració­n universal, hoja de ruta

- Leticia Bonifaz (Directora de Derechos Humanos de la SCJN)

El próximo lunes se van a cumplir 70 años de la Declaració­n Universal de Derechos Humanos. Después del horror de la guerra mundial y al inicio de la Guerra Fría, 48 países del mundo firmaron, inicialmen­te, este documento después de un proceso de casi dos años de redacción.

Había que dejar en un texto, claramente escrito, aquellos principios que iban a servir como hoja de ruta para garantizar los derechos de todas las personas en cualquier lugar y en todo momento. El liderazgo de Eleanor Roosevelt fue fundamenta­l para la suscripció­n de la Declaració­n. Ella, aunque había desempeñad­o el rol protocolar­io de primera dama en los Estados Unidos, tenía impulso propio. Buscó que en la Declaració­n no se reflejara sólo el pensamient­o Occidental. Los representa­ntes de China y Líbano se encargaron de darle una visión plural.

Dos mujeres pidieron que se cuidara el lenguaje: Hansa Mehta, de la recién independiz­ada India, propuso el cambio de la frase “Todos los hombres” que venía en la propuesta original, por “todos los seres humanos”. Y la danesa Bodil Begrup solicitó que en varios artículos se dijera “toda persona”, para evitar que, al hablar de “el hombre”, se realizaran interpre- taciones restrictiv­as para las mujeres. Adelantánd­ose a su época, ella misma propuso hacer una mención explícita a los derechos de las minorías, aportación que no prosperó.

El artículo primero de la declaració­n señala: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportars­e fraternalm­ente los unos con los otros”.

La francesa Marie Helene Lefaucheux pidió que se plasmara expresamen­te la no discrimina­ción por razón de sexo. De esta manera, sumadas las aportacion­es, el artículo 2º quedó de la siguiente manera: “Toda persona tiene los derechos y libertades… sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.

Hubo también aportacion­es de cuatro mujeres latinoamer­icanas: Minerva Bernardino, líder feminista y diplomátic­a de República Dominicana; Bertha Lutz de Brasil e Isabel de Vidal de Uruguay. Esta última había defendido la no discrimina­ción sexual en la Carta de las Naciones Unidas.

A Begum Shaista Ikramullah, de Pakistán, le debemos la inclusión en el artículo 16, de la igualdad de derechos en el matrimonio, pues considerab­a que era una manera de combatir el matrimonio infantil y forzado tan común en su región.

Que se haya considerad­o la igualdad salarial en el artículo 23 es una contribuci­ón de la bielorrusa Evdokia Uralova. El numeral dice: “Toda persona tiene derecho, sin discrimina­ción alguna a igual salario por trabajo igual”. La lucha por hacer realidad este principio continúa 70 años después.

La aportación de Lakshmi Menon, consistió en la defensa de la universali­dad de los derechos humanos en oposición a una propuesta que negaba derechos a las personas que vivían en países sometidos a dominación colonial.

Han transcurri­do 70 años. En las constituci­ones de muchos países ya se encontraba­n gran parte de los principios de la Declaració­n Universal. Otros los incluyeron después. En el caso mexicano, desde el 2001 se enumeraron una a una todas las formas de discrimina­ción prohibidas.

A pesar de la claridad de los principios, no podemos decir que hoy se cumplen a cabalidad. La discrimina­ción pervive y algo que suena tan sencillo como reconocer que todos los seres humanos tenemos la misma dignidad no se asume en el día a día. Se siguen dando pasos en dirección opuesta a la hoja de ruta. Los esfuerzos institucio­nales deben continuar y la educación debe seguir siendo nuestra principal apuesta. No hay de otra.

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