Joyas del barroco
Si lo barroco, en arquitectura, se identifica con la ornamentación exuberante, en la música se identifica con la elegancia y la nobleza. A ese período, delimitado temporalmente entre 1600 y 1750, aproximadamente, corresponde la cimentación de los conceptos de armonía e invención que alcanzarían su mayor desarrollo en las etapas del clasicismo y el romanticismo.
Nada más injusto, por tanto, por los autores, por sus obras y por los melómanos, que menospreciar a la amplia y rica producción correspondiente a esa corriente, en la que se encuentran algunas cumbres indiscutibles de la música: Corelli, Vivaldi, Bach y Telemann, verbigracia. Y nada más justo, en consecuencia, que culminar la Tercera Temporada 2018 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) –con Enrique Radillo, su director asistente, en el pódium–, con una Fiesta Barroca, como se denominó al séptimo programa del ciclo referido.
Sin competir con la grandeza sonora y la vasta dotación orquestal que demandan partituras como las de Mahler o Stravinsky, entre otras programadas en el año que termina, las del barroco, aunque sólo a rareza se programan, nada tienen que envidiarles en uno de los rubros esenciales del arte: la belleza.
Fueron los casos, concretamente, de las Canciones en Primo y Duodécimo Tono, de Gabrielli, verdaderos portentos de inventiva y brillantez armónica, con dotación a cargo de trompetas, trombones, cornos y tuba, o del Concierto para dos trompetas (en Do Mayor, RV 537) de Vivaldi, con Joao Vilao y Gustavo Merlo, numerarios de la OFJ, como solistas.
Mauricio Díaz Álvarez, guitarrista mexicano, interpretó dos Conciertos para Guitarra, de Vivaldi: el RV. 95 en Re mayor, Op. 59, y el RV 425, en Do mayor. Fueron el plato fuerte de la velada. Su interpretación fue magistral, como corresponde a un catedrático de guitarra clásica en el Conservatorio de Bellas Artes de Choisy-le-roi, en París…, aunque se valiera de un artificio –pecado venial, diríase– impensable para Vivaldi y sus contemporáneos: la sonorización con micrófono. Díaz Álvarez obsequió sendos encores al final de cada concierto.
El programa se complementó con la Toccata de Orfeo, de Monteverdi; el Concerto Grosso Op. 5, No. 12, de Geminiani; la Sinfonía en Do mayor, Wq 182/3, de C. P. E. Bach, y selecciones de El Burgués Gentilhombre, de Lully.
Nutrida y cálida asistencia en el Teatro Degollado, donde el programa se repetirá este domingo, a partir de las 12:30 horas.