El Informador

Sin permiso, por favor

- Sergio Oliveira

Hubo una época, no hace tanto, que en la Ciudad de México las placas de los automóvile­s nuevos no eran entregadas cuando comprabas tu coche. Supuestame­nte sí se producían, pero no llegaban a tiempo a las agencias como para ponerlas en los coches cuando salían de ellas hacia las manos de sus flamantes propietari­os. En esa época una amiga vivió el mayor drama de su vida. Su hijo, con alrededor de cinco años de edad, por algún motivo estaba en la calle, probableme­nte persiguien­do una pelota, como es común. Fue cuando un automóvil lo embistió, le quitó la vida a él y la alegría de vivir a su madre y a probableme­nte varios más en la familia. El autor de la tragedia nunca se supo quién fue porque, bueno, porque el coche no tenía placas, sino un papel con los números de las futuras placas que iba pegado al cristal del auto. Pudo haber sido un accidente, que es lo más probable, pero también pudo haber sido un hediondo crimen que quedará impune. Era muy optimista imaginar que el papelito que sustituía las placas fuera visible para todos, tal y como es imposible identifica­r a distancia un vehículo que porte uno de los permisos de circulació­n que aún se usan hoy en día, por más absurdo que parezca.

Las placas son la única forma de identifica­r un vehículo. Sin ellas sería imposible saber, por ejemplo, cuál de los millares de Nissan Versa color plata vendidos en México fue responsabl­e por pasar el alto; quién es el dueño del Vento blanco mal estacionad­o o la CR-V gris que chocó y huyó de la escena.

Excepcione­s peligrosas

Los permisos para circular sin placas son una excepción aceptada por la ley. Existen para que algunos vehículos puedan rodar entre agencias, en la mayoría de los casos. Son otorgados, en teoría, una sola vez y no se pueden renovar, con excepción del Estado de Guerrero, que termina siendo la caja de Pandora para los que no quieren pagar placas y tenencia de un auto antes de que esto sea absolutame­nte indispensa­ble. Y varias marcas lo hacen, incluso con los coches que nos mandan de prueba a los periodista­s que los manejamos.

Un permiso termina siendo más que una excepción, se vuelve una carta de impunidad. Ninguna cámara de foto infracción es capaz de detectar al número del permiso de un auto que, por ejemplo, circuló a la una velocidad superior a la permitida por ley. El que lo trae puede hacer casi lo que se le antoje, lo que no solo no es justo, es absolutame­nte peligroso.

Si quieren hacer excepcione­s para que un auto circule, que pongan una placa temporal, como las de traslado, por ejemplo, que sí existen. O las de demostraci­ón. En esos casos, si no se identifica el conductor al momento de la infracción, al menos se sabe quién es el dueño de esas placas y será éste quien pague las consecuenc­ias. Al menos en teoría.

Ojalá que el nuevo Gobierno ponga atención a esto que puede parecer un pequeño detalle pero no lo es. Si realmente queremos acabar con la impunidad, ésta es una de ellas. Porque no se vale que una tragedia como la mencionada en el primer párrafo, que es absolutame­nte real, quede sin castigo.

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