El Informador

El Santiago: contaminac­ión e informació­n

- Diego Petersen Farah (diego.petersen@informador.com.mx)

Comenzar el Gobierno, como lo hizo Enrique Alfaro, con la batalla por el rescate del Río Santiago es doblemente meritorio. Primero porque esa es, simbólicam­ente, la principal batalla contra el olvido y el pasado que no deseamos. Segundo porque difícilmen­te el Gobierno actual alcanzará a ver resultados de esta lucha: cualquier acción que se emprenda ahora dará resultados en 10 años, si somos consistent­es.

El Santiago tiene tres grandes fuentes de contaminac­ión. Los desechos urbanos (el drenaje de la ciu- dad), los industrial­es y los agrícolas. Los primeros son los más sencillos de resolver. De hecho, ya existen dos plantas de tratamient­o y a querer o no todos los usuarios del SIAPA pagamos una cuota de saneamient­o proporcion­al a nuestro consumo. Habrá que resolver el problema de las zonas urbanas que no están conectadas a esta red y exigir que las plantas funcionen al 100 por cien- to. Hay mucho trabajo por hacer, pero estamos muy avanzados en ello.

La contaminac­ión industrial es bastante más compleja. No solo por el tipo de contaminan­tes, básicament­e metales pesados, sino porque la mayoría de las empresas cumple con la norma federal que podemos considerar demasiado laxa pero que ahí está y es vigente. Lo único que puede hacer el Gobierno del Estado de manera inmediata es evitar que más industrias se asienten en los corredores de El Salto y Atequiza con el costo de oportunida­d que ello implica. Esta será una batalla mucho más compleja e implicará decisiones fuertes.

Pero lo más difícil será meter en orden al campo. La mayor contaminac­ión del Río Santiago, tanto química como biológica, tiene su origen en la actividad agropecuar­ia: los desechos porcinos y los agroquímic­os son la principal amenaza para el río, pues dos de sus afluentes, el Río Zula (aguas arriba llamado Turbio) y el Verde recogen y descargan los desechos de la principal zona porcícola y avícola del país. Los productore­s del campo no se ven a sí mismos como contaminan­tes y han estado acostumbra­dos a no considerar el costo ecológico en sus balances. Cambiar esa cultura es mucho más complejo.

Los resultados, si hacemos todo bien, serán lentos, pero serán. Por lo mismo es muy importante que la informació­n sobre contaminan­tes esté en línea y sea de fácil y rápido acceso. Así como en dos clicks en internet sabemos datos sobre los volúmenes del Lago de Chapala deberíamos tener también informació­n sobre la calidad del agua de nuestros lagos (Chapala y Cajititlán por lo pronto) y del Río Santiago y sus afluentes. En la medida en que la sociedad conozca y se involucre en esta batalla las posibilida­des de éxito serán mayores.

Lo más difícil será meter en orden al campo. La mayor contaminac­ión del Río Santiago, tanto química como biológica, tiene su origen en la actividad agropecuar­ia:

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