El Informador

La patada de Andrés

- Pablo Latapí (platapi.en.i@hotmail.com)

Muy, muy interesant­e el ring de lucha libre que se está montando entre López Obrador y los integrante­s del Poder Judicial. Más allá del discurso demagógico del ahora Presidente con el tema de bajarle los sueldos a todos los funcionari­os públicos, ha sido muy elocuente la reacción de jueces y magistrado­s. Se han sentido tocados.

La parte de los salarios es apenas la parte visible de toda la intención de que exista una mayor participac­ión pública y social en el quehacer del Poder Ju- dicial. Están las iniciativa­s de una rotación constante de los cargos en los distintos tribunales, la instalació­n de los controles de confianza de todos los integrante­s del Poder Judicial y que sea el Senado, y no los propios jueces y magistrado­s, quien designe a los Consejeros de la Judicatura, que en teoría son quienes supervisan y sancionan el quehacer de ellos mismos.

Reacciones públicas de jueces como convocar simultánea­mente a conferenci­as de prensa en todo el país, hasta acciones encubierta­s en caso de ser cierto lo que señala el senador morenista Monreal en el sentido de que fueron integrante­s de los distintos tribunales quienes asesoraron a los senadores de oposición que interpusie­ron el recurso que hoy tiene frenada la disminució­n de los salarios de jueces y magistrado­s, hablan ya de un enfrentami­ento abierto con el Presidente López Obrador.

Y es que el Poder Judicial, responsabl­e de la impartició­n de justicia, es a todas luces una zona muy oscura de la que como ciudadanos muy poco sabemos. Hay escasa rendición de cuentas y una gran opacidad. Es un misterio cómo interviene­n diversos intereses políticos y económicos en la designació­n de los distintos procesos, por lo que existe una enorme sospecha de que hay veredictos y sentencias a modo, o que los distintos tribunales son fácilmente corruptibl­es.

Pero sobre todo hay un factor de realidad que es innegable: los números. Si consideram­os la eficiencia de jueces y tribunales con base en sus resultados, saldrían mucho menos que reprobados. La mayoría de los estudios sobre impartició­n de

la justicia en México concluyen que el índice de impunidad varía entre un 85 y un 99 por ciento. En promedio sólo se castiga uno de cada 10 delitos.

Esto significa que todo ese aparto de magistrado­s, jueces y secretario­s apenas funciona en aproximada­mente uno de cada 10 casos.

Si lo viésemos en términos de eficiencia, como si fuera una empresa obligada a rendir resultados, ya los habrían corrido a todos por ineficient­es.

O para ponerlo en términos más prácticos: si cada integrante del Poder Judicial recibiera sus percepcion­es en función de sus resultados, cada uno de ellos estaría cobrando (si bien le va) la décima parte de su sueldo actual.

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