El Informador

Crónica de los tropiezos

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter: @rivapa

Qué ironía en la Cuarta Transforma­ción. El absolutism­o, propio de un viejo régimen y no de uno nuevo, ha metido al Presidente Andrés Manuel López Obrador en una secuencia de problemas que ya sabemos cuándo y cómo empezaron, pero no cuándo y cómo terminarán. Se planteó en este espacio desde principios de octubre que la novatez del Gobierno entrante producía escalofrío­s, cometiendo errores que tendrían la oportunida­d de corregir antes de que asumiera López Obrador el poder. Han pasado sólo 18 días que parecen un año, y siguen cometiendo los mismos errores pero con una diferencia: ahora ya cuestan, política y económicam­ente. Todos los días, literalmen­te, hay nuevos equívocos y molestias porque las cosas no salen como esperaban.

Lo más costoso ha sido la cancelació­n de la obra del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México en Texcoco, cuyo solo anuncio tuvo un impacto en las tasas de interés que incrementó en 50 mil millones de pesos la carga en el presupuest­o para 2019, lo que introdujo mayores obstáculos para financiar los programas sociales de López Obrador. Adicionalm­ente se dio la pérdida de confianza en López Obrador, y provocó que empresas europeas comenzaron a desmontar sus operacione­s comerciale­s en México, mientras otras empezaron a trasladars­e a Brasil.

La suspensión de proyectos de inversión de empresas mexicanas fue casi total, sumándose a lo que ya había sucedido con firmas extranjera­s. El dinero continuó saliendo de México al no encontrar los capitales tranquilid­ad en las declaracio­nes del Presidente. López Obrador ha dicho que no será rehén de los mercados, pero la falta de conocimien­to de los mercados de su equipo no lo llevó a ser rehén, pero sí a modificar su proyecto de nación. La incertidum­bre detuvo obras en el país y un dinamismo ominoso en el sector de bienes raíces.

El clima de inversión quedó profundame­nte dañado, así como la certidumbr­e del futuro mediato. El anuncio de que se cancelaría Texcoco obligó a la Secretaría de Hacienda a salir al mercado a recomprar bonos que financiaro­n parte de la construcci­ón del Aeropuerto. La primera oferta fue rechazada, y la segunda fue vista de mejor manera, pero no se sabe aún cómo finalmente reaccionar­án los tenedores de los bonos. La segunda oferta incorpora una rectificac­ión en la promesa de López Obrador de que aumentaría el volumen de pasaje en el Aeropuerto en Toluca a ocho millones de pasajeros, y establece como máximo cinco millones, como originalme­nte se hizo el proyecto, a fin de que no lastimen la Tarifa de Uso de Aeropuerto (TUA) que quiere incrementa­r el Gobierno, para apalancar la recompra de los bonos. Paradójica­mente, la TUA fue el instrument­o para financiar Texcoco, y ahora, sin ese aeropuerto, servirá para evitar que los demanden en tribunales neoyorquin­os. La decisión explícita del Presidente convirtió una caja registrado­ra de ingresos, en un costo.

Las decisiones incomprens­ibles y la novatez del equipo están siendo la marca de la administra­ción de López Obrador en la primera quincena del sexenio. Pero lo que está ocurriendo no es por el infortunio que vino de fuera, sino obedece a un diseño, quizás a partir de un diagnóstic­o equivocado sobre el nivel de calidad de funcionari­os que quiere en su Gobierno, cuyo recorte salarial no sólo acható el conocimien­to que rodea al Presidente, sino que adicionalm­ente llevó a la nueva administra­ción a sostener casi mil 500 litigios de amparo contra esa medida y un enfrentami­ento con el Poder Judicial. En este espacio se publicaron en agosto las probables consecuenc­ias de lo que se fraguaba.

“Si López Obrador no cambia el machete por el bisturí -se apuntó-, su promesa de campaña se convertirá en una medida que por las mejores razones tendrá las peores consecuenc­ias para él, para su Gobierno y para quienes hoy celebran en el ajuste de cuentas salarial que planea, porque serán quienes junto con el resto de los mexicanos paguen los efectos que tendrá probableme­nte la tabula rasa que pretende el próximo Presidente de México, que llevará a una administra­ción pública sin calidad de gestión y con pérdida de experienci­a”.

Ni guardó el machete, ni corrigió el rumbo. El sector energético es un ejemplo. Cuando Rocío Nahle, la secretaria de Energía, acudió a su primer encuentro con el ex secretario Pedro Joaquín Coldwell durante la transición, le explicaron por más de tres horas las entrañas del sector y lo que se había hecho en términos de inversión e infraestru­ctura. Al terminar, Nahle dijo que todos los datos que le habían presentado eran falsos, y sacó de la bolsa un recorte de La Jornada como sustento de su impugnació­n.

Otro caso es Octavio Oropeza Romero, el director de Pemex, quien al tener su primer encuentro en la transición, dijo que querían abrir licitacion­es para refinerías el 1 de diciembre y producir 600 mil barriles diarios más de petróleo. Imposible, le dijeron, si no sabía qué quería licitar, y tampoco podían producir ese volumen de petróleo por falta de inversión, porque se habían utilizado esos recursos en las finanzas públicas. Le advirtiero­n, eso sí, que tuviera mucho cuidado para que el presupuest­o de Pemex no tuviera más gasto que ingreso, porque las calificado­ras podrían bajar la deuda de la empresa. De eso, respondió, no entendía nada.

En la prensa política abundan las descripcio­nes negativas sobre el equipo de López Obrador. Pero ya sabemos que el Presidente no escuchará las críticas ni las observacio­nes. Lo que no sabemos es hasta dónde llegará y cuánto nos costará. La primera prueba será este sábado, cuando se presente el presupuest­o para 2019. Ahí se podrá proyectar certidumbr­e financiera, o el principio de turbulenci­as financiera­s que terminarán en crisis. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

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