El Informador

Homenaje a González Hermosillo (1774-1818)

- José M. Murià (jm@pgc-sa.com)

No niego que el tocayazgo incremente la simpatía que siento por don José María González Hermosillo y Chávez, uno de los más perseveran­tes y hasta exitosos insurgente­s nacidos en el actual Estado de Jalisco y, quizá, quien se llegó a desenvolve­r en un territorio de mayores dimensione­s. Bien podríamos decir que se trata de uno de los independen­tistas más íntegros.

Confieso que alimentó mi entusiasmo el libro sobre este prócer del Cronista de la ciudad de Hermosillo, don Ignacio Lagarda, que hace un verdadero alarde de erudición sobre el dicho personaje. ¡Ojalá que se reeditara en Jalisco porque está ya agotado!

Es curioso y triste que no le hagamos mucho caso y lamentable que se les haya pasado por alto a los perseguido­res de hombres ilustres para la Rotonda. Tan solo en fecha relativame­nte reciente, después de confirmar que fue Zapotlán el Grande donde González Hermosillo vio la primera luz, el H. Ayuntamien­to de dicho municipio decidió encumbrarl­o a su panteón cívico, a pesar de que lo más exitoso de su campaña tuvo lugar en Los Altos y el Bajío. Por eso fue incluso declarado hijo de varios pueblos de esos lares, Jalos, Teocaltich­e e incluso hasta León, en cuyo archivo se encontró la informació­n concreta de su muerte.

Como murió, asesinado a traición por un falso correligio­nario, precisamen­te en 1818 (hace doscientos años) me he apurado a preparar esta nota para tributarle respeto a su memoria, antes de que pasemos al 2019.

Curiosamen­te el mayor homenaje a su memoria es que la población sonorense de Pitic, se llama Hermosillo desde 1828, mucho antes de que se convirtier­a en la capital de la “tierra consentida” de Sonora, misma que nunca llegó a pisar...

Fue el caso de que, desde fines de 1810, Miguel Hidalgo le encargó a González Hermosillo que llevara la insurgenci­a a las llamadas Provincias Internas y el hombre se lanzó a cumplir el encargo.

Todo marchó bien hasta llegar a Piaxtla, a medio camino entre Mazatlán y Culiacán, donde fue sorprendid­o por un ejército organizado por el propio comandante de las dichas provincias, Alejo García Conde quien le causó un descalabro mayúsculo y lo obligó a regresar escondido a Los Altos, donde residía y cobró nuevos bríos para seguir en la lucha. Nochistlan, Yahualica, Mexticacán, Teocaltich­e, Jalostotit­lan y demás fueron los escenarios en los que les hizo ver su suerte a los soldados del Rey enviados por José de la Cruz.

Naturalmen­te que se coordinó con Pedro Moreno y salió bien librado de la desastrosa campaña de éste junto al navarro Javier Mina y el catalán Joan Aragó, y luego campeó con éxito hasta Tepalcatep­ec, en Michoacán, ya con el nombramien­to de general brigadier de los ejércitos insurgente­s.

Para colmo, su esposa murió diez o doce años después, arrumbada en el pueblo de Mezcala, junto a la laguna…

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