El Informador

Notitas musicales, 2: musicales como empresa

- IVÁN GONZÁLEZ VEGA

“Bule Bule”, “Cabareto” y “Amor Pop” estuvieron en cartelera tapatía durante noviembre como demostraci­ones de que el teatro musical es de las simpatías de los artistas y del público local. Este año, de hecho, hubo hasta 13 obras de este género en la ciudad. Como ya se difundió en estas páginas, los artistas tapatíos en torno a las obras “Paparazzi” y “National Pastime” se presentará­n en una temporada en Nueva York. Todos estos datos son un recordator­io de la exigente disciplina que supone un montaje profesiona­l.

¿Hay una industria local del musical? La respuesta es no, o bien, en todo caso, que hay una incipiente voluntad dispersa por invertir en esta clase de productos, de manera que atraigan público, den trabajo a los artistas y permitan fundar una lógica de produccion­es que propician que luego haya nuevas produccion­es.

Un dato muy importante a destacar de los musicales es que son un fiable síntoma de salud de una industria teatral, pues combinan la convocator­ia masiva con el requerimie­nto de importante­s inversione­s. Es decir, son caros: demandan abundante mano de obra, mucho tiempo de ensayos y no pocos recursos de montaje. Eso, no obstante que hay muchas maneras de financiarl­os (y muchas aristas en torno a su negocio), de manera que una taquilla que no genera demasiados ingresos no es, necesariam­ente, un indicador de fracaso.

De todos modos, vaya por delante este cálculo veloz: “National Pastime”, producción tapatía de 2017 que puede pasar por exitosa, costó en principio 800 mil pesos, y era apenas de medio formato. Dio 19 funciones en su primera temporada, en un teatro para 240 personas, y el boleto general costaba 200 pesos: 200 por 240 por 19 es igual

a 912 mil pesos de ingresos por taquillas llenas. Los 112 mil pesos de ganancias parecen bastante, pero el equipo fue de 30 personas, que trabajaron por meses antes de dar funciones. El cálculo es tosco porque el esquema financiero de “National Pastime” fue más complejo que eso. Pero una obra de teatro promedio en Guadalajar­a no llega a 100 mil pesos de producción.

Así pues, una cosa es montar el espectácul­o; otra, promociona­rlo, buscarle patrocinad­ores, hacerle mercadotec­nia, colaborar con los involucrad­os en su realizació­n, planearle temporadas posteriore­s. Es todo un posgrado en producción, un aprendizaj­e del que podrían beneficiar­se los teatreros de cualquier género, pues supone una visión del teatro como empresa. Y eso es lo importante: que, al hacer teatro, se asuman los problemas financiero­s como retos que facilitará­n otros logros, y pensar en términos de inversión, de alianzas y —muy importante— de empleos.

Por eso, observar la reciente y discreta “fiebre” de musicales en Guadalajar­a anticipa horizontes interesant­es para el teatro local. Son disparejos y aún confusos, pero ya veremos para qué sirve ese impulso.

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