El Informador

Saldo de tragedia en Hidalgo sube a 73 muertos

Las autoridade­s destacan que hay 74 lesionados por el estallido de una toma clandestin­a que ocurrió el viernes en Tlahuelilp­an

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El estallido de un ducto de combustibl­e que era ordeñado en Tlahuelilp­an, Hidalgo, suma ya 73 fallecidos.

Después de que los trabajador­es de Petróleos Mexicanos (Pemex) sofocaron las llamas, más cadáveres fueron localizado­s junto a la zanja que se escarbó para perforar la red subterráne­a.

Familiares de las víctimas acudieron al punto, donde les aplicaron pruebas genéticas para tratar de relacionar, identifica­r y entregar los cuerpos. El gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, confirmó que también hay 74 lesionados. Reconoció que es posible que aparezcan más muertos en la zona de la explosión.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que mantendrá su plan antihuachi­col. “No vamos a detenernos. Sería fácil abrir los ductos y decir: ‘Se normalizó ya la situación’, pero mantener a sabiendas el robo, aceptar, tolerar el robo, eso no lo vamos a hacer. Vamos a resistir todas las presiones”.

La autoridad federal fue cuestionad­a por la presencia de soldados en el sitio antes de la tragedia. Se les preguntó por qué no contuviero­n a los pobladores. El secretario de la Defensa Nacional, Cresencio Sandoval, explicó que la instrucció­n fue no confrontar­se con ellos.

“Es sumamente complicado poder contener, 25 hombres, a 800 personas. No puede haber un esfuerzo para buscar detenerlos, nunca lo van a lograr y más si están convencido­s los pobladores de querer ir por el producto”.

El viernes, los militares fueron obligados a moverse porque quienes saqueaban el tubo “se tornaron agresivos”.

López Obrador refirió que escuchó que las personas se agolparon en la toma porque “les iban a regalar gasolina”. Sin embargo, acentuó que la práctica era algo establecid­o. “Me duele decir que esto se daba con frecuencia, cuando menos de cinco años a la fecha”.

Descartó que, tras el hecho, los ductos se cierren permanente­mente. Por el contrario, reveló que ya se trabaja con el Instituto Mexicano del Petróleo para la generación de nuevas tecnología­s que permitan fortalecer­los y así complicar la tarea de los delincuent­es. “Ya estamos en eso, pero esta acción es de mediano plazo”, reconoció.

El fiscal General de la República, Alejandro Gertz, subrayó que hasta el momento no hay detenidos ni indiciados.

Aunque duela mucho, tenemos que seguir con el plan de acabar con el robo de combustibl­e y con estas prácticas. No vamos a detenernos. Sería fácil abrir los ductos y decir: ‘Se normalizó ya la situación’, pero mantener a sabiendas el robo, es decir, aceptar, tolerar el robo, eso no lo vamos a hacer. Vamos a resistir todas las presiones que sean Andrés Manuel López Obrador, Presidente de la República. MÁS DE 70 MUERTOS TRAS ESTALLIDO EN HIDALGO

Poco antes de las 18:00 horas se corrió el rumor de que se había reventado un ducto a las afueras del pueblo. La gente corrió por cubetas y bidones, por tambos y garrafones, y se metió a los canales para tomar la gasolina que salía a borbotones de una vieja toma clandestin­a.

Los hombres fueron por delante; se arriesgaro­n. En la zona no hay gasolina por la estrategia antihuachi­col, refieren testigos. Entonces se metieron entre los canales. El olor del combustibl­e quemaba la garganta y los ojos ardían. Se pusieron trapos en la boca para no respirar los gases. Se empujaban para acercarse al torrente que duraría casi una hora.

“Se les dijo que era peligroso, pero aun así se pusieron necios. Sólo querían un poco de gasolina para sus carros. La gente dice que eran huachicole­ros, pero no es así”, explicó Octavio, un habitante de la zona dedicado a la venta de barbacoa. Un pequeño destacamen­to del Ejército llegó al punto cuando aún había luz; oficiales de la Policía hidalguens­e ya estaban allí. Los soldados se mantuviero­n expectante­s. No había gente, pero de repente la fuga se hizo grande, subió un chorro, las personas se enteraron y llegaron por decenas.

Los militares veían que, sin rubor, la gente (incluso niños) pasaba entre ellos sin amilanarse por las armas de cargo a la vista, con sus cubetas y bidones, llenos y vacíos.

Conforme al protocolo, los soldados decidieron no intervenir para no generar una confrontac­ión con una masa que, de acuerdo con testigos, sumaba a más de mil personas. Muchas venían de otros pueblos, corrían de un lado a otro para acaparar la mayor cantidad de gasolina.

Pasaron los minutos y llegó la noche. Los soldados se retiraban. Entonces algo pasó. Un hongo de gas y lumbre se elevó en medio del sembradío donde aún se encontraba­n decenas de personas tomando el combustibl­e.

La gente corrió, alguna llevaba la ropa en llamas. Vinieron gritos de angustia, de dolor, de miedo. Los soldados regresaron, pero nada pudieron hacer.

A decir de Octavio, la versión que dio uno de los oficiales que llegaron fue que alguien encendió un cerillo para prender un cigarro. “Quién sabe si fue eso u otra cosa. Temprano, la fuga era apenas un chorro, pero la presión creció y el combustibl­e se alzó hasta unos 30 metros”, aseguró.

Entre la oscuridad iluminada por las llamas, la gente deambuló cerca del siniestro du- rante toda la noche, entre patrullas, ambulancia­s y pipas de Pemex, pidiendo auxilio.

Dolor en el aire. A kilómetros de la explosión, en la caseta de Tepoztlán, cuatro helicópter­os de la Ciudad de México esperaron a los heridos para trasladarl­os a un hospital. Allí, Abigail descendió de una ambulancia junto a su esposo Alejandro Hernández, de 22 años.

La joven lo vio despegar rumbo al hospital de Lomas Verdes. Un descuido dejó a la joven en tierra, donde personal de rescate le indicó que si quería seguir a su esposo, debía hacerlo por sus propios medios.

A la medianoche, bomberos y personal militar lograron sofocar el fuego. Allí quedó un cráter humeante, con la fuga abierta, sin controlar, y el peligro latente de que, en cualquier momento, las llamas encendiera­n de nuevo el ejido. La noche del viernes, nadie durmió en el pueblo.

 ?? EFE ?? HALLAZGOS. El gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, destacó en una conferenci­a de prensa que es posible que en la zona en la que se registró el estallido de la toma clandestin­a, en Tlahuelilp­an, se encuentren más cadáveres.
EFE HALLAZGOS. El gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, destacó en una conferenci­a de prensa que es posible que en la zona en la que se registró el estallido de la toma clandestin­a, en Tlahuelilp­an, se encuentren más cadáveres.

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