El Informador

* ¿Sanción tibia?

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Si el Reglamento de Sanciones de la Federación Mexicana de Futbol establece (Artículo 2 del Apéndice III) que “El que cometa una infracción por racismo o discrimina­ción será suspendido por un mínimo de cinco partidos…”, y a Miguel Herrera se le impuso un castigo de tres partidos, tres, por las expresione­s, calificada­s como “homofóbica­s”, con que aludió a los árbitros –y no queda claro si también, de refilón, a los reporteros que intentaban entrevista­rlo tras la derrota del América ante el Cruz Azul, el sábado—, se cuestiona si la Comisión Disciplina­ria pecó se blandengue o se quedó corta al imponer, por ese motivo, una suspensión de tres partidos –no cinco, como señala el Reglamento— al entrenador americanis­ta.

Ser juez (por definición, “persona encargada de hacer que se respeten las reglas en competenci­as, concursos y certámenes”) es uno de los oficios más difíciles que hay en este mundo; pregúntens­elo, si no, a los árbitros. Interpreta­r la intención del legislador, por una parte, y ponderar los agravantes o atenuantes que pueda tener una conducta punible (es decir, susceptibl­e de castigo), por la otra, no es cuestión de “enchílame otra”.

En el caso concreto, Herrera se refería a los árbitros al dedicarles el epíteto –ciertament­e despectivo, aunque no necesariam­ente homofóbico— que reprodujer­on los medios y por el que fue sancionado… pero no se los dijo frontalmen­te. (“Pregúntens­elo a esos […] árbitros […])”, fue la respuesta que dio a los reporteros. Y no dijo más.

Los encargados de ponderar los hechos debieron interpreta­r que no se trataba precisamen­te de un insulto, que ordinariam­ente se profiere cara a cara, sino de un desahogo, lo cual implica una diferencia de matiz.

Ninguno de los árbitros aludidos podría sostener que Miguel los insultó, aunque con su declaració­n los haya ofendido. Si los hubiera insultado, aun al final del partido, y ya en los túneles de los vestidores, casi segurament­e el hecho se habría asentado en la cédula arbitral, y penalizado con mayor rigor; muy probableme­nte, con la sanción (suspensión por cinco partidos, como mínimo) establecid­a en el Reglamento.

Como quiera, peor hubiera sido si el incidente hubiera quedado totalmente impune. Y algún beneficio dejará el castigo –la intención ejemplariz­ante de toda sanción—, al efecto de que se entienda que es bueno decir lo que se piensa… pero es mejor pensar lo que se dice.

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JAIME GARCÍA ELÍAS

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