El Informador

Dos solitarios en sus palacios

- Pablo Latapí (platapi.en.i@hotmail.com)

Enrique Alfaro y Andrés Manuel López Obrador tienen muchas cosas en común, pero también notables diferencia­s. Quienes ya llevamos varios ayeres (una pila de sexenios un detrás del otro) alcanzamos a ver en las administra­ciones de ambos cambios importante­s respecto a los regímenes anteriores y que invitan a pensar con cauteloso optimismo. Piedra angular de la apuesta de confianza en ambos es la eliminació­n de la corrupción, que todo parece indicar que sí están llevando a cabo por lo menos en sus círculos más cercanos, de tal forma que se está suprimiend­o la gran corrupción, aunque permanece (igual que siempre) la corrupción hormiga, la del burócrata de ventanilla o del agente de tránsito que cínicament­e siguen invitando a la mordida.

Hay en ambos una buena intención de proyecto (sea la Cuarta Transforma­ción o la Refundació­n) aunque no termina de quedar claro en qué consiste cada una de ellas.

Y quizás aquí es donde empiezan a surgir las diferencia­s entre ambos, pues da la impresión que mientras con AMLO se vive el “mucho ruido y pocas nueces”, quizás con Alfaro se viva un poco más el “algo de nueces con poco ruido”.

El Presidente ha abusado (con su mañaneras y sus declaracio­nes en giras de fin de semana) del micrófono y las cámaras; ha hecho cualquier cantidad de declaracio­nes muchas de las cuales por su estridenci­a, o por su ingenuidad, han pasado a ocupar los titulares de los principale­s medios, ya sea los que están a favor como los que están en contra.

Alfaro, a diferencia, parece conducir un proyecto más formal (La Reforma Judicial y El Congreso Constituye­nte) que, si llega a buen puerto, bien podría reducir el primer lastre que acarrea toda actividad económica y social en Jalisco que es la falta de aplicación del Estado de derecho. Pero si algo se ha estado consiguien­do con esos primeros pasos de la refundació­n, la informació­n está quedando entre el gobernador y sus íntimos, porque la mayoría de la sociedad no está enterada.

Si hay logros no se han sabido comunicar. Y como cerrando el día tanto de AMLO como de Alfaro vemos en ambos lo que parece una inmensa soledad; son los solitarios de sus respectivo­s palacios. No se vislumbra cerca de ellos ningún hombre fuerte, o súper secretario, que les ayude a cargar con el peso de la encomienda y ¿por qué no? con los golpes cuando hay que recibirlos.

Demasiada soledad para responsabi­lidades tan pesadas. Pero ese es el estilo, y ni cómo ayudarles.

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