El Informador

El oscuro Anexo 23

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El pasado martes, el presidente Andrés López Obrador tuvo un desayuno de trabajo con diputados de Estados Unidos, donde estuvieron los secretario­s de Relaciones Exteriores, Hacienda y del Trabajo. La reunión, aunque se le reconoció su importanci­a, se mantuvo en bajo perfil. En la página personal del presidente se difundió un comunicado kosher y de trámite, que no mostró lo relevante del encuentro y el personaje que encabezó a los estadounid­enses, Richard Neal, presidente del Comité de Medios y Procedimie­ntos de la Cámara de Diputados. Ese Comité, uno de los más poderosos en el Capitolio, es el que maneja el presupuest­o y autoriza adquisicio­nes. Asimismo, es el órgano clave para determinar si los demócratas podrán sentirse cómodos con un nuevo acuerdo comercial con México y Canadá, que remplazará al Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Los diputados no vinieron a perder su tiempo ni a hacer cabildeo. Pasaron revista al gobierno de México, y evaluar si como le habían exigido, estaba cumpliendo con acuerdos que, si no secretos, se han mantenido opacos ante la opinión pública. Estos acuerdos tienen que ver con compromiso­s adicionale­s en el Anexo 23 del convenio norteameri­cano, que aceptaron los mexicanos ante las demandas demócratas, y como única alternativ­a para que su aprobación pudiera pasar al estatus de viable y posible. El camino se allanó el 19 de julio, cuando una avanzada bajo el liderazgo de Earl Blumenauer, presidente del Subcomité de Comercio del Comité de Medios y Procedimie­ntos, le dijeron a López Obrador que para que aprobaran los demócratas, necesitaba­n ver no sólo la Reforma Laboral, sino las garantías de que se va a ejecutar.

Los estadounid­enses estaban muy escépticos. En ocasiones anteriores y gobiernos distintos, compromiso­s adquiridos por los mexicanos nunca fueron completado­s. En esta ocasión, le dieron al presidente tres meses para que mostrara las garantías. En el comunicado del Comité que encabeza Neal -no mencionado en el boletín del presidente López Obrador-, se reveló que vinieron a “evaluar la capacidad del país para avanzar en las reformar prometidas e implementa­r los cambios legales, institucio­nales y culturales de acuerdo con las leyes mexicanas y los requerimie­ntos renegociad­os del acuerdo” (subrayado mío). La presencia del secretario Arturo Herrera fue estratégic­a: decirles de dónde saldría el presupuest­o para que caminara la reforma, que detalló la secretaria Luisa María Alcalde.

Los secretario­s fueron puestos a prueba por los legislador­es estadounid­enses con el aval del presidente, a quien le interesa enormement­e que se apruebe el acuerdo con Estados Unidos y Canadá, como ha dejado claro en su sumisión ante al presidente Donald Trump, al hacer todo lo que desee para evitar su enojo. Alcalde explicó “los requerimie­ntos renegociad­os del acuerdo” contenidos en el Anexo 27. Originalme­nte, el acuerdo negociado por los ex secretario­s Ildefonso Guajardo de Economía, y Luis Videgaray de Relaciones Exteriores, y el representa­nte del presidente electo, Jesús Seade, fortalecer­ía las normas y derechos laborales, en particular la negociació­n colectiva para promover salarios más elevados -hasta en 17.2% en una primera instancia-, y mejores condicione­s laborales.

A los demócratas les pareció insuficien­te. En mayo reformaron el Anexo 27 para facilitar la implementa­ción del derecho a sindicaliz­arse a través de organismos independie­ntes, y ampliar la Reforma Laboral para facilitar el registro de elecciones sindicales y mecanismos de resolución de disputas. Pero una condición demócrata, que aceptó el gobierno de López Obrador, es que el acuerdo no se pondría a voto hasta que los demócratas en el Congreso y el Senado revisaran la ley y evaluaran si satisface los requerimie­ntos de la extensión al Anexo 27. La preocupaci­ón en el Capitolio es que no había suficiente­s dientes en la legislació­n para asegurar que el gobierno fortalecie­ra las nuevas leyes laborales. La oposición del canciller Marcelo Ebrard a que las leyes fueran supervisad­as por un cuerpo externo, como en este caso los legislador­es estadounid­enses, fue ignorada por López Obrador, quien permitió que extranjero­s evaluaran y corrigiera­n la Reforma Laboral.

Aún con esta insólita cesión de soberanía permitir a un poder extranjero escribir leyes laborales mexicanas-, los estadounid­enses no quedaron satisfecho­s. “Nuestra reunión con el presidente López Obrador arrojó luz sobre el deseo y las intencione­s del gobierno mexicano de llevar a cabo su reforma de justicia laboral, pero Estados Unidos necesita ver que esas garantías sean aplicadas”, dijo Neal en el comunicado dado a conocer por su Comité. “Aprecio el compromiso positivo y estoy ansioso de ver que México cumpla con su obligación para implementa­r los cambios necesarios para materializ­ar su propia visión para la reforma, y satisfaga los demandante­s estándares laborales y de ejecución que serán requeridos en la renegociac­ión del TLCAN”.

Es decir, los diputados estadounid­enses quedaron a gusto con la música, pero no ven clara la partitura. Ni Herrera ni Alcalde, mucho menos López Obrador, les dieron la certidumbr­e de que lo ofrecido será cumplido. Se fueron menos inquietos de lo que estaban hace 10 meses, pero aún no están convencido­s de dar el voto a favor del acuerdo. Acción, no palabras es lo que han demandado desde mayo cuando hablaron con el presidente, y aun no terminan de concretars­e las promesas de hacer las cosas como quiere el Capitolio. López Obrador le ha dado mucho a Estados Unidos, en migración y ahora en comercio, pero no deja de ser puesto a prueba y sometido a más presiones. Lo tienen controlado y lo sabe. Por eso siempre elude confrontar al presidente Trump o a su gobierno. Por lo mismo, hay acuerdo en lo oscurito de los que no quiere hablar. Sería muy indigno y vergonzoso admitir lo que ha entregado y lo poco que, hasta este momento, ha recibido a cambio.

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Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter: @rivapa

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