El Informador

A qué juega el presidente

- Diego Petersen Farah (diego.petersen@informador.com.mx)

See las volvió a aplicar. La cancelació­n de la planta cervecera de Constellat­ion Brands en Mexicali fue una copia al carbón del aeropuerto de Texcoco. Mientras los voceros oficiosos de la presidenci­a decían a los empresario­s que no pasaba nada, que no se iba a cancelar, que era parte de las formas de hacer política del presidente, de repente se convoca a una consulta sin ningún criterio, organizada por militantes y no por la autoridade­s electorale­s, con cero representa­tividad y con base en ello se toma una decisión que todos sabemos estaba tomada de antemano.

Podemos discutir por supuesto el tema del manejo del agua y las implicacio­nes que tiene otorgar concesione­s de grandes caudales a la industria. Ese es un debate que el país ha rehuido desde hace décadas. Tenemos que replantear­nos seriamente la forma en que se distribuye el agua en este país y los derechos de las comunidade­s a los recursos hidráulico­s. Independie­ntemente de ello, la forma, que sin duda será festejada por los seguidores del presidente como un triunfo popular, tiene implicacio­nes muy fuertes en lo económico y en lo jurídico.

Aun existiendo todos los argumentos ecológicos y sociales para cancelar la planta, el argumento jurídico no puede ser una consulta popular. Tras la cancelació­n de la construcci­ón del aeropuerto de Texcoco, el presidente prometió que las consultas se harían con la ley de participac­ión ciudadana, esto es, con mecanismos jurídicos cuyos resultados fueran vinculante­s. No se hizo así, otra vez volvimos a las llamadas consultas patito, con una diferencia: en esta ocasión el afectado no es el propio gobierno sino una empresa trasnacion­al que realizó una inversión dentro de un marco jurídico y amparado en el Tratado de Libre Comercio. La multa al gobierno puede ser tres veces el monto de la inversión. Pero, con todo y que se trataría de una multa del tamaño del presupuest­o anual de Jalisco o Nuevo León, el problema más grave es la confianza.

Pasó casi un año para que la relación con los inversioni­stas mexicanos más o menos se subsanara. El famoso plan de infraestru­ctura no termina de arrancar porque la confianza seguía herida. Los últimos meses López Obrador parecía haberle dado la vuelta a la página y tenía al Consejo Coordinado­r Empresaria­l literalmen­te comiendo de su mano. Hoy López Obrador rompió de nuevo los parámetros de la relación y lo hizo en el peor momento, cuando la economía requerirá de mayores inversione­s. Si alguien sabe a qué juega el presidente por favor explíquelo.

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