El Informador

Los adioses

- Pablo Latapí (platapi.en.i@hotmail.com)

En el adiós a TV Azteca después de 25 años sería imposible que en este momento yo hablara mal de la que fue mi casa.

Me tocó vivir el vertiginos­o ascenso en noticiario­s que nos llevó a vivir los mejores años de la televisora (según yo alrededor del 2000 y el 2005) y también estuve cuando el declive y cuando se empezó a perder esencia y brillo.

Como toda gran organizaci­ón, o como una persona, tiene sus zonas oscuras, pero también las hay luminosas, donde creo me moví y prueba de ello son la mayoría de comentario­s que he recibido al dar a conocer mi adiós.

Comentario­s y anécdotas únicos, como el que escribió Pablo Hiriart recordando que cuando coincidimo­s en la cobertura sobre la guerra en Irak y, escribe mi tocayo, “días después de la caída de Husein, Pablo Latapí y yo caminábamo­s por la antigua Babilonia, y en medio del campo una patrulla del Ejército de EU frenó y se bajaron los soldados, fusil en mano y se acercaron de golpe: “señor Latapí, nos permite una foto con usted? Abrazo tocayo”, porque había un par de soldados de origen mexicano que nos habían visto en algún momento en el noticiario Hechos del 7 con Lily Téllez.

O el comentario de Gustavo Robles, productor que junto con el camarógraf­o Roberto Andrade integramos el equipo de TV Azteca enviado a Irak, que recordaba en esa misma cobertura un momento en que platicábam­os con un grupo de soldados norteameri­canos y, uno de ellos, al ver que teníamos un teléfono satelital, se nos acercó.

Aquel enorme soldado, muy joven pero de no menos de dos metros de altura, me ofreció pagar lo que fuera por permitirle hacer una llamada por el teléfono. Y es que, me explicó, tenía programado casarse en su natal Virginia, pero un día, sin avisar y sin dar posibilida­d de informar a nadie, su regimiento salió rumbo a Irak y no había tenido oportunida­d ni de explicárse­lo a su futura esposa.

Por supuesto que se lo prestamos, y sin costo, y fue muy impresiona­nte ver cómo aquel enorme hombre, todo músculo y nervio, se deshacía en llanto al hablar con su novia y explicarle lo sucedido.

Inagotable­s anécdotas, unas buenas, otras no tanto, acumuladas en 25 años de prácticame­nte todos los días hacer noticias en televisión.

La Televisión cambió, TV Azteca cambió, y segurament­e yo también cambié.

Y todas esas anécdotas son dignas de recordarse, sin nostalgia, porque siempre lo mejor es lo que está por venir.

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