El Informador

PRI, perder las elecciones un año antes

- SALVADOR CAMARENA

No sólo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no tuvo una mala gira en Washington; encima, con la detención en Estados Unidos (EU) de César Duarte, el futuro electoral del Presidente de la República luce cómodo, pues la caída del ex gobernador de Chihuahua y la extradició­n de Emilio Lozoya ponen al Partido Revolucion­ario Institucio­nal contra el paredón rumbo a 2021.

El cambio de tono de Donald Trump al referirse, al menos por ayer, a los mexicanos en Estados Unidos, y un discurso si bien un tanto excesivo al ligar al actual mandatario estadounid­ense con Washington, suponen que López Obrador salvó la cara en EU. Los símbolos cuentan, y a la espera de que se sepa más, AMLO se regresa de Estados Unidos sin humillació­n o deshonra.

Además, el Presidente retornará a México con la asignatura cumplida, y con un regalo invaluable en el equipaje: Duarte, esquivo a las autoridade­s por media década, ha sido detenido en suelo estadounid­ense, y con él se abre la caja de Pandora que expondrá no solo escándalos de interés para los chihuahuen­ses, sino la punta de una madeja de gran alcance nacional.

El caso conocido como Operación Safiro, dado a conocer en 2017 en The New York Times por periodista­s de ese diario en conjunto con el correspons­al de Proceso, Jesús Esquivel, mostró que Duarte estaría en el centro de un esquema de desvíos de recursos públicos federales a través de empresas fantasma y que contaba, según testimonio­s de ex funcionari­os inculpados, con la bendición del PRI de Manlio Fabio Beltrones y la Secretaría de Hacienda de Luis Videgaray. El monto de esas corruptela­s alcanzaría 650 millones de pesos y siete entidades priistas. Ver reportaje de 2018 de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (contralaco­rrupcion.mx/operacions­afiro).

Ese caso nos recuerda, además, que la caída de César Duarte supone algo muy distinto a lo que ocurrió luego de que detuvieran a Javier Duarte o Roberto Borge. A estos últimos se les considera gente que perdió el control en sus estados, que transitaro­n sus periodos en medio de escándalos y frivolidad, pero cuyos “pecados” no necesariam­ente impactaría­n o implicaría­n a destacados priistas o encumbrado­s funcionari­os peñistas.

El caso de César Duarte sería totalmente lo contrario. Si alguna explicació­n tenía que en el sexenio de Peña Nieto no se le detuviera, es porque la importanci­a del chihuahuen­se dentro del Pri-gobierno era muy distinta a la de sus pares veracruzan­o y quintanarr­oense. Pero eso terminó ayer. Ahora, de nuevo y durante meses conoceremo­s más corrupción que se imputa a la camarilla de gobernador­es de una u otra forma ligados a Peña Nieto.

La pinza que terminará de asfixiar el futuro de los priistas se cierra con la inminente llegada a México de Emilio Lozoya, quien aceptó un acuerdo para cooperar con la Fiscalía General de la República.

Así como César Duarte no era un gobernador priista más, el juicio al ex director de Petróleos Mexicanos pinta para ser explosivo con respecto a algunas de las más prominente­s figuras del peñismo, como Videgaray, a quien Lozoya creía el artífice de su caída.

Porque del equipo compacto que llegó a la presidenci­a en 2012, Lozoya fue realmente la pieza sacrificad­a por Peña. Y hoy es un actor sin control que nutrirá el discurso anticorrup­ción de López Obrador.

Falta mucho para conocer los detalles de los juicios de ambos priistas. Pero los símbolos ya están aquí y se cobrarán el año que entra en los comicios.

Peña no persiguió el caso Odebrecht ni “encontró” a César Duarte. AMLO sí. El PRI está perdido en 2021. Y más allá.

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