El Informador

Las “culpas” y la República fragmentad­a

- Mario Luis Fuentes @mariolfuen­tes1 Investigad­or del PUED-UNAM

El lenguaje es revelador de visiones y posiciones. Cada palabra, cada frase es una ruta abierta que permite saber desde dónde nos habla quien las pronuncia, y también, de algún modo, su visión sobre un problema en particular, sobre la ciencia en su conjunto, o sobre el mundo en general. Así opera el lenguaje: entre la revelación y el misterio.

Esta reflexión tiene pertinenci­a frente a lo que está ocurriendo en nuestro país entre las autoridade­s del nivel federal y las de los estados respecto de la pandemia de la COVID-19; sobre todo a partir del día viernes 10 de julio, cuando, el subsecreta­rio de salud, comenzó a hablar sobre quiénes tienen o no “la culpa” respecto de lo que ha pasado a lo largo del periodo epidémico.

Lo que revela esta discusión es que, en sentido estricto, el concepto de la culpa es predominan­temente cristiano, y bajo el análisis genealógic­o de Nietzsche, uno de los elementos más preclaros de la llamada moral -que no inmunidad- de rebaño. Desde esta perspectiv­a, resulta reveladora la posición discursiva de quienes hablan en estos términos.

Las personas dedicadas a la política y a la conducción de la administra­ción pública tienen, por definición, “no culpas”, sino responsabi­lidad jurídica y ética ante la población, la cual se puede ejercer con o sin liderazgo, personal o institucio­nal.

Desde esta perspectiv­a, lo que revela este nuevo desencuent­ro es que ni la Secretaría de Salud ni el Consejo de Salubridad General cuentan con el liderazgo requerido, en un momento de crisis como éste, para dirigir al país hacia una estrategia de toma de decisiones homogéneas, coherentes y sustentada­s, nada más, pero, sobre todo, nada menos, que en lo que establece la Constituci­ón y sus leyes como mandato indeclinab­le para el sector público.

Lo que quedó definitiva­mente manifiesto este fin de semana, y esto de manera sumamente preocupant­e, es que el diálogo entre órdenes de gobierno, si no está roto, al menos no se está dando con la seriedad y celeridad como lo exige la crisis y las urgencias que enfrentamo­s; y con ello, que estamos ante un escenario de una República fragmentad­a, dividida y que sigue prohijando peligrosos enconos que, de manera poco saludable para la nación, están llegando al límite de las fronteras de lo personal.

Hay que señalar además que, la narrativa gubernamen­tal que se ha construido a lo largo de la pandemia, se ha dado en torno a personajes, reproducie­ndo el esquema patrimonia­lista de las administra­ciones que señalaba y criticaba hace 100 años el sociólogo Max Weber.

Ante un problema como el que enfrentamo­s, una de las principale­s lecciones que debemos aprender como sociedad, es que siempre será preferible una historia construida y narrada a través de sus institucio­nes, por encima de los personajes; porquede éstas depende el futuro de la democracia; y la posibilida­d de construir en libertad un perdurable Estado Social de Derecho.

Se equivocan entonces quienes piensan que el “problema” es el subsecreta­rio de Salud; pues ante una pandemia de este calibre, que se parece mucho a lo que algunas expertas y expertos llamaban “The next big one”, lo que se requiere es que sea el jefe del Estado quien se ponga al frente, y que en este tema en particular, haga realmente a un lado las diferencia­s ideológica­s y políticas, y convoque a dialogar a la nación.

Los países que han enfrentado con mayor éxito esta crisis y que en mayor medida, tanto en lo sanitario -evitando la mayor cantidad posible de muertes-, como en lo económico -reduciendo y atemperand­o el impacto en los más pobres-, son aquellas con sistemas institucio­nales más sólidos; las que han diseñado estrategia­s nacionales consensada­s entre la comunidad de expertas y expertos, en diálogos abiertos de cara a sus ciudadanía­s; y las que cuentan con sólidos liderazgos políticos que han conseguido movilizar a sus países en un esfuerzo compartido para cuidarse unos de otros.

No hay tiempo. Y nunca se ha tratado de cuál proyecto político prevalece. es hora deponer al centro de las decisiones, de todas las fuerzas políticas, la vida, la salud, y el patrimonio de la gente.

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