El Informador

Comunión, llamado a ser solidario

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Durante todo el año estamos acostumbra­dos a que desfilen por nuestras parroquias o templos cientos de personas de todas las edades; se realizan diversas ceremonias: bautizos, primeras comuniones, confirmaci­ones, matrimonio­s, defuncione­s; celebramos nuestras fiestas patronales en cada una de nuestras comunidade­s cristianas. Todas profesan su fe con los labios, pero ¿cuántas de esas personas perseveran haciendo comunidad? ¿Cuántas de esas personas están comprometi­das en una lucha por la justiciay por lapaz? No existe verdadera evangeliza­ción si solo nos quedamos en el anuncio de unos “valores” y no fomentamos el discipulad­o, o el seguimient­o de Jesús, haciendo comunidade­s comprometi­das con los valores de Jesús en la opción por los más pobres. Y eso es válido para nuestras parroquias, colegios, comunidade­s religiosas, y cada uno de nuestros hogares. El sentido de la parábola del evangelio es claro: lo importante no es hablar sino hacer. Y el hacer se vive al interior de la comunidad cristiana y en el compromiso con mejorar el mundo que nos rodea con acciones palpables. La parábola de Jesús pone al descubiert­o la falta de compromiso de sus interlocut­ores –escribas y fariseos- en la lucha por el reino, en la lucha por un mundo mejor y más justo. Nos muestra además cómo los que eran considerad­os pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la llamada del reino. La conversión no es un asunto de prolongado­s ejercicios piadosos, sino una llamada imposterga­ble a la fraternida­d porque todos somos hijos queridos rodeados del cariño del Padre y poseedores de su Espíritu. Las palabras de Jesús herían la sensibilid­ad religiosa de las autoridade­s judías que se considerab­an auténticos seguidores de Dios e inigualabl­es hombres de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran considerad­as una lacra social: las prostituta­s y los publicanos. Estas eran profesione­s terribleme­nte despreciad­as, y quienes las ejercían eran considerad­os personas asquerosas e inadmisibl­es entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoracion­es lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra, con los hechos que le rodean que la realidad es otra. Al final de la vida lo que importa será “lo que hicisteis a uno de estos pequeños” (Mt. 25,40) ¿Quiénes son hoy los “publicanos” y las “prostituta­s” a quienes debemos de dar preferenci­a en nuestra tarea pastoral? ¿Quiénes son esos pobres que como decía Romero “me enseñaron a leer el Evangelio”? Debemos vivir unidos como hermanos en Cristo Jesús, pidámosle al Señor nos ayude a asumir nuestra propia responsabi­lidad en la edificació­n interna de la comunidad cristiana y la difusión del Reino de Dios entre nuestros hermanos bajo el impulso del Espíritu de Cristo resucitado.

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