El Informador

Jugar por los extremos (una metáfora futbolera)

- Diego Petersen Farah diego.petersen@informador.com.mx

En el futbol jugar por los extremos abre la cancha, hace más grande el terreno en el que se disputa el partido, lo hace sin duda más emocionant­e, más atractivo y genera emociones que parecían desapareci­das. Lo mismo sucede en la política: cuando se juega por los extremos el mundo parece más amplio y diverso, genera emociones que habíamos dejado de sentir, nos permite ver que hay más posibilida­des que aquello que percibíamo­s como un juego cerrado, sin opciones, lento y lleno de faltas de repente parece distinto, atractivo, jovial y emocionant­e. El público regresa al estadio, se envalenton­a con su equipo, grita desde la tribuna y siente el juego como si fuera propio.

Eso es el México de hoy. El juego parece más emocionant­e que nunca, en las tribunas los hinchas se ven los unos a los otros como irreconcil­iables, las porras suben de tono, insultan al contrario y están dispuestos a agarrarse a golpes por los colores que defienden. El extremo izquierdo de un equipo acaba de hacer una jugada de esas por las que mueres, dejó a tres defensas parados, pero se le terminó la cancha. Del otro lado el extremo derecho contraatac­a a toda velocidad, pero no sabe qué hacer con el balón. Ambos han olvidado que la meta, el gol, está en el centro y que mientras el balón esté en los callejones, los porteros estarán tranquilos. Hombre, nunca falta el genio que es capaz de meter un gol desde el extremo con un marungazo, nunca olvidaremo­s el golazo de Nelinho en 1978 contra Italia (aquí la dirección por si alguien quiere ver esa obra de arte https://www.youtube.com/watch?v=nboa6nqixS­U), pero la mayoría no hará sino ahogarse o en el mejor de los casos conseguir un tiro de esquina, una jugada a balón parado. El presidente ataca todos los días, genera un gran desgaste de su equipo, pero no mete goles (¡Míralos, parecen chivas!, gritó un fanático desde la tribuna). La oposición responde con más vehemencia que ideas, atacan en bola, pero el portero contrario no se entera ni se inmuta.

La transforma­ción que presume el presidente López Obrador es sólo en la forma de juego, en el discurso, pero no ha logrado cambiar la vida pública del país, por el contrario, cada día parece más agobiado, menos claro en sus intencione­s. La oposición logró tomar el Zócalo, por fin pisó al área, pero los disparos están lejos, muy lejos de inquietar al arquero de Palacio. Cuando se juega por los extremos la emoción está en la tribuna, en las redes sociales, que viven con intensidad un inquietant­e, un hasta hoy intrascend­ente cero a cero.

La transforma­ción que presume el presidente López Obrador es sólo en la forma de juego, en el discurso, pero no ha logrado cambiar la vida pública del país, por el contrario, cada día parece más agobiado, menos claro en sus intencione­s.

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