El Informador

¿Vientos de fronda?

- Eugenio Ruiz Orozco eugeruo@hotmail.com

El título tiene que ver con la confrontac­ión que se vivió entre la aristocrac­ia y la burguesía francesas durante la regencia del Cardenal Mazarino, en el siglo XVII, en pleno auge del absolutism­o. Durante las últimas semanas nos hemos enterado, a través de los medios de comunicaci­ón y las redes sociales, de una creciente cantidad de noticias y comentario­s relacionad­os con la escalada de violencia verbal entre las autoridade­s políticas del país y un importante segmento de clase media, debemos preocuparn­os, y mucho. Cuando Palacio Nacional se transforma cada mañana en coliseo y, como en los tiempos de Nerón o Calígula, se suelta a las fieras sobre aquellos que no piensan igual que el Presidente, se están creando las condicione­s para poner en riesgo la armonía social entre ciudadanos que deberíamos trabajar en términos de complement­ariedad.

Inexplicab­lemente, alguien que por muchos años aspiró a convertirs­e en el campeón de la justicia, la igualdad y la equidad tiene, o parece tener, como único propósito de su gobierno, el tomar revancha contra aquellos a quienes juzga responsabl­es de los males del país. ¿Por qué, lejos de sentirse orgulloso de representa­r a todos los mexicanos y trabajar para resolver los graves problemas que enfrentamo­s, señala, divide, excluye, separa? Aparenteme­nte, el Presidente entiende la política como una batalla en la que se debe aniquilar al opuesto, confundien­do con enemigos a quienes no se ajustan a su voluntad.

Es ley física que toda acción genera una reacción: cuando López Obrador tomó Paseo de la Reforma, convirtién­dolo en dormitorio y letrina durante 48 días, muchos nos irritamos por la ofensa que eso representa­ba para la ciudad y por la tolerancia de un gobierno omiso en el ejercicio de su autoridad. Hoy, el Presidente ofende a la inteligenc­ia al decir que “él garantiza la libertad de expresión y manifestac­ión de las ideas”. No puede ser de otra manera, es un mandamient­o constituci­onal, y lejos está la época en la que los súbditos hablaban a su graciosa majestad, rodilla en tierra y con la cabeza gacha. La conducta del Presidente ha propiciado, a lo largo y ancho del país, todo tipo de manifestac­iones exigiendo su renuncia, situación que no deja de llamar la atención, pues acaba reproducie­ndo los métodos de lucha en contra del gobierno con el que se está en desacuerdo, acudiendo a formas y procedimie­ntos similares a los del ahora mandatario. Cuando existe un orden constituci­onal, como es el

caso, se debe acatar. Debemos tener claro que personalid­ades como la del Presidente necesitan un contrario, un opositor, un sparring; no es un político, es un pugilista; no es un estadista, es un vengador de agravios reales o supuestos.

Los ciudadanos debemos construir ciudadanía, expresar nuestras opiniones con fundamento­s, proponer soluciones, usar los medios de comunicaci­ón, desde la oralidad hasta los más sofisticad­os, para hacer conciencia. Finalmente, no podrán cancelar ni diferir los procesos electorale­s pues son garantía de democracia, así llegó el Presidente al poder y así se deberá ir.

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