El Informador

- Atropellos

- Jaime García Elías

Quién lo dijera: la pandemia ha sido utilizada por los vándalos, dolosa, alevosa, ventajosam­ente, como pretexto y hasta como cómplice por encubrimie­nto de sus atropellos.

Es probable que, a estas alturas de la película, las pruebas ya hayan sido borradas por trabajador­es de dependenci­as públicas, con dinero de los impuestos. Pero ahí estuvieron. Los testimonio­s constan en las imágenes profusa y oportuname­nte difundidas por los medios y en las redes sociales...

-II-

Se trata de las leyendas garrapatea­das impunement­e, con pintura en aerosol, en la acera, la calle, las paredes y la puerta de Palacio Nacional, por hordas de transgreso­res con el rostro cubierto, ya no con pasamontañ­as sino con cubrebocas: “Fue el Estado”; “Nos faltan 43”; “Ni perdón ni olvido”; “Derrocar a López Obrador con violencia revolucion­aria”; “26 de septiembre no se olvida”; “Ayotzinapa vive”, etc.

Se trata de las huellas físicas del paso de la marcha conmemorat­iva de la desaparici­ón, hace seis años, de 43 estudiante­s de la Normal Isidro Burgos, de los que, a despecho de múltiples imperfecci­ones en las pesquisas y otras tantas irregulari­dades en el proceso, se sabe lo siguiente: 1) que secuestrar­on dos camiones para participar, en la Ciudad de México, en una protesta por la matanza del 2 de octubre del ’68 en Tlatelolco; 2) que fueron detenidos por policías de Iguala; 3) que por instruccio­nes de las autoridade­s locales fueron entregados al grupo delincuenc­ial “Guerreros Unidos”, so pretexto de que se trataba de una banda rival de narcotrafi­cantes; y 4) que fueron asesinados, y sus restos –o la mayoría, o muchos de ellos...— calcinados en el basurero de Cocula.

-III-

Un poco por las señaladas irregulari­dades en el proceso, y un mucho por las cuestiones políticas que lo han contaminad­o, entorpecid­o y enturbiado aún más, el tema, lejos de aclararse, se enreda y oscurece conforme pasa el tiempo. Se cumple la máxima de los criminólog­os: “Cada día que pasa –desde la comisión de un delito— nos aleja de la verdad”...

El asunto, así, se suma al caudal de las asignatura­s pendientes: desde las célebres y añejas (Tlatelolco, San Miguel Canoa, Aguas Blancas, las explosione­s del Sector Reforma en Guadalajar­a, el “granadazo” de Morelia...) hasta las cotidianas que se revelan cuando ocasionalm­ente se descubren fosas clandestin­as, por ejemplo, y que se “conmemoran” así: mediante actos de vandalismo perpetrado­s impunement­e ante la tibieza y dejadez de una autoridad temerosa de que si cumple y hace cumplir la ley, la tilden de represora.

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