El Informador

Ayotzinapa: la verdad histórica sigue

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Las palabras del fiscal Alejandro Gertz Manero al cumplirse seis años de la desaparici­ón de los normalista­s de Ayotzinapa, prometían una inmensidad. Ese crimen “deleznable” no había sido cometido sólo por el Gobierno de Enrique Peña Nieto, sino era consecuenc­ia de una conducta “delictiva integral, permanente y reiterada, que refleja (ba) los niveles de corrupción de un régimen”, donde desde lo más alto a lo más bajo, “encubriero­n, mintieron, torturaron, realizaron falsas diligencia­s y tratartaro­n de ocultar con impunidad y con escándalos con escándalos mediáticos una trama que ahora se ha logrado exhibir con toda su crudeza y realidad”. Apenas podía uno respirar con ese arranque, pero al terminar de oír las mil 613 palabras de su discurso el sábado, la “verdad histórica” de ese régimen que marcó con fuego, seguía en pie.

Gertz Manero dejó mucho que desear después de tantas cosas prometidas. Recicló las investigac­iones del Gobierno federal y de Guerrero en 2014, y la nueva cronología de lo que sucedió la noche del 26 de septiembre en Iguala que prometió, no existió. No hubo explicació­n de nada, como la investigac­ión que lo llevó a la Barranca de la Carnicería en Cocula, donde supuestame­nte se encontraro­n el 7 de julio los restos de un tercer normalista, Christian Alfonso Rodríguez. La “verdad auténtica” de Gertz Manero es igual a la “verdad histórica” del ex procurador general Jesús Murillo Karam: los jóvenes fueron atacados por una confusión, en el contexto de la lucha entre bandas de criminales. Para este, fueron asesinados e incinerado­s en el basurero de Cocula; para el fiscal “fue una matanza”, pero no precisó dónde.

Gertz Manero informó que “hay acusacione­s” de que no fueron 43, sino 80 personas las asesinadas por“diferentes grupos diferentes grupos delictivos ”. No se sabe de dónde salió ese número, salvo que haya sumado los 28 cuerpos encontrado­s en las fosas de Pueblo Viejo por el equipo del entonces fiscal de Guerrero, Iñaki Blanco, 10 días después de la desaparici­ón de los normalista­s, aunque el Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense, que revisó varios de los restos humanos, dijeron que no pertenecía­n a los normalista­s. Tampoco se tiene conocimien­to de que otro grupo delictivo distinto de Guerreros Unidos, que está documentad­o en grabacione­s que tiene la DEA -no solicitada­s por la Fiscalía- fue el responsabl­e de la desaparici­ón, participar­a en el crimen, como afirmó Gerz Manero.

Así de vociferant­e en sus acusacione­s sin pruebas, calló sus nuevas acciones, o dejó los reflectore­s al Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien informó lo único nuevo, las órdenes de aprehensió­n contra policías federales -en ese entonces bajo el mando en Guerrero de Omar García Harsfuch, hoy secretario de Seguridad en la Ciudad de México -, y militares que militares que probableme­nte pertenecía­n al Batallón 27º de Infantería, que se encuentra en Iguala, y sobre quienes, desde el principio, cercanos al Presidente han querido sentar en el banquillo de los acusados, acusándolo­s de haber participad­o en las acciones de la desaparici­ón y del crimen.

El Ejército siempre lo ha negado. La Secretaría de la Defensa Nacional tiene una bitácora de lo que sucedió esa noche, donde una tercera parte de sus elementos estaban en comisión en comisión enlazo na de Taxco, en un operativo contra criminales, otra tercera parte estaba franca, y el resto, compuesta básicament­e por personal administra­tivo, de cocina y mantenimie­nto, fue enviada a las calles de Iguala para que reportaran qué estaba sucediendo. De hecho, gracias a la informació­n de uno de ellos, que abandonó su bicicleta para huir corriendo cuando lo descubrier­on los descubrier­on los criminales, se supo que un grupo de normalista­s había sido entregado a delincuent­es en la zona del Palacio de Justicia local.

Gertz Manero nunca explicó el móvil por el cual el gobierno federal desapareci­ó a los normalista­s y encubrió el crimen, pero omitió culpar de nada al alcalde de Iguala, José Luis Abarca, a quien apoyó López Obrador para que llegara al cargo, y a su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, hermana de los fundadores y jefes iniciales de Guerreros Unidos, pese a que figuran de manera prominente en las grabacione­s de la DE A. Básicament­e todos los hallazgos que informó se encuentran contenidos en contenidos en el informe especial que realizó el fiscal Blanco cuando entregó la investigac­ión a la entonces PGR, y en la Recomendac­ión y Ampliación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en 2016 y 2018.

El 11 de abril de 2016, se preguntó en este espacio: ¿Cómo quedaría Peña Nieto ante la historia si se supiera la forma como se procesó el crimen de los normalista­s en los primeros momentos y horas de sucedido? La noche del 26 de septiembre de 2014, la Secretaría de Gobernació­n no reaccionó con reaccionó con celeridad. La 35ª Zona Militaren Chilpancin­go, a la que respondía el Batallón 27º de Infantería, dijo no tener informació­n. Murillo Karam dijo el 28 de septiembre en Los Pinos que se trataba de una “depuración” de narcotrafi­cantes, por lo que se decidió que el gobierno no intervinie­ra, pese a que el delito era desaparici­ón forzada. Ya sabemos cómo quedó, acusado de un “crimen de Estado”. ¿Cómo quedará López Obrador después de este informe?

El Gobierno salió con una narrativa pendencier­a, pero sin novedades. Usó el trabajo de quienes denunció de corruptos y criminales. Lo único que cambió radicalmen­te es el tono acusatorio contra el anterior gobierno, y el reconocimi­ento del subsecreta­rio de Gobernació­n, Alejandro Encinas, que la única verdad, es que no hay verdad. Ni la “histórica” de Murillo Karam, ni la “auténtica” de Gertz Manero. Seguimos como hace seis años, sin saber dónde están los normalista­s, pero hay un cambio importante: hoy son todas las autoridade­s federales y estatales, quienes están formalment­e en el banquillo de acusados, mientras los criminales están libres o son “testigos protegidos”, y Guerreros Unidos obtuvo las indulgenci­as del lopezobrad­orismo por este crimen que cometió.

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