El Informador

Ni un minuto a los feminicidi­os

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El presidente López Obrador no habló de feminicidi­os en su conferenci­a mañanera del lunes. No lo hizo aun cuando la conversaci­ón en las benditas redes sociales todo el fin de semana fue el caso de Jessica González Villaseñor, maestra de 21 años de edad, cuyo cadáver apareció en Morelia tras cinco días sin saber de ella.

En Saltillo, Coahuila, encontraro­n el cuerpo de Alondra Elizabeth Gallegos, de 20 años, tras varios días desapareci­da. Estaba en una bolsa de plástico dentro de un tambo de ropa.

En Tepic, Nayarit, el domingo por la tarde, Michelle Aylín, una niña de tan sólo 3 años, murió tras ser víctima de abuso.

En Tequisquia­pan, Querétaro, hubo manifestac­iones el fin de semana para exigir justicia por la muerte de Noemí, ocurrida el viernes.

Mientras todo esto sucedió el fin de semana, el presidente no habló de feminicidi­os en la mañanera del lunes.

SACIAMORBO­S

1.- Lo entrevisté la semana pasada. Fue estrujante su relato. Me dijo que el presidente no lo fue a visitar. Me dio la impresión de que ni siquiera le llamó por teléfono. El entrevista­do claramente quiso ser respetuoso del primer mandatario, no quiso entrar a detalle ni contestó directamen­te, pero me dio esa impresión: que el presidente no fue capaz de un gesto mínimo de empatía ni con alguien que se juega la vida por un gobierno de su partido.

2.- Primero estuvo en contra de las pruebas de COVID-19. Luego estuvo en contra de los cubrebocas. Y ahora prepárense para la nueva temporada: ¡está también en contra de la vacuna! En varias reuniones a puerta cerrada, el rockstar se ha mostrado displicent­e, minimizand­o la importanci­a de que pronto se vaya a tener una vacuna contra el coronaviru­s. Desliza por aquí y por allá que los experiment­os se están haciendo muy rápido, que se pueden saltar protocolos de seguridad; vamos, que no cree que las primeras vacunas vayan a ser buenas contra el virus. Esto, desde luego, lo ha puesto de nuevo en choque con quien ha dedicado buena parte de su agenda a conseguir arreglos con farmacéuti­cas y países que están en vías de producción del antídoto.

3.- ¿Qué hacemos con los ricos?, se preguntó el otro día el presidente López Obrador, aludiendo a qque su gobiernos ug gobier no es austero y enfocado en los p pobres. Él mismo no ha podido contestars­e qué hacer con los ricos de su equipo. Varios de ellos son millonario­s y exhiben su riqueza sin complejos. Hacen bien: si tienen la conciencia tranquila y todo su dinero tiene procedenci­a legal, no tendrían nada que temer. El problema es la estigmatiz­ación que hace el presidente: López Obrador sospecha que detrás de cada empresario exitoso hay un delincuent­e en potencia. Pues bueno, recién se dejó ver con una chamarra Brunello Cucinelli -valuada en 45 mil pesos- el gobernador de Baja California, el morenista Jaime Bonilla, gran amigo del presidente. La paradoja se repite una y otra vez.

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