El Informador

La protesta soy yo

- Diego Petersen Farah diego.petersen@informador.com.mx

Entre los elementos que caracteriz­an al presidente López Obrador ninguno destaca tanto como esa necesidad de victimizac­ión que tiene siempre a flor de piel. Hay, por supuesto, mucho de egocentris­mo en ello, como en casi todos los políticos, pero digamos que en lo que supera a sus colegasg dedicados al arte de la ppolítica es en lo autorrefer­encial. Él dice que ningún presidente había sido tan atacado como él, lo cual es al menos dudoso, como lo demostró Luis Estada al publicar un estudio similar al que hizo la Presidenci­a de la República en el mismo día en gobiernos anteriores. Lo que es absolutame­nte cierto es que de ningún presidente se había hablado tanto porque ninguno había hablado tanto ni tanto de sí mismo como lo hace López Obrador.

En este afán auto referencia­l todo lo que sucede en el país tiene que cruzar por él. Una parte tiene que ver con esa estrategia de polarizaci­ón, conmigo o contra mí, y todo aquello que no está en su esfera de control lo pasa de inmediato al bando contrario. Otra parte, sin embargo, tiene que ver con un ego descomunal que no soporta que exista en este país una protesta que él no encabece, una movilizaci­ón social que no sea la que él piense, una causa justa que él no abanderé porque él, que ya se vio en los altares de la Patria y los billetes de veinte, es el único que puede interpreta­r las necesidade­s del pueblo. La protesta soy yo, todo lo demás es espurio, tiene intereses ocultos y está manchado del pecado original de no ser el pueblo, porque pueblo, pueblo, lo que se llama pueblo sólo es aquello que yo defino como tal.

Lo que no está en la esfera del presidente se convierte en automático en el enemigo y por lo tanto hay que criminaliz­arlo. Nadie puede manifestar­se contra las decisiones del gobierno, que es por definición bueno como el pueblo bueno, ni tiene razón justificad­a porque eso que pasaba ya no pasa, aunque siga pasando. Así si las mujeres víctimas de violencia toman una sede de la CNDH para exigir ser atendidas, la jefa de gobierno de la Ciudad de México las acusa de tener financiami­ento espurio; si las mujeres por el derecho a decidir irrumpen en el espacio público exigiendo al gobierno que cumpla con la resolución de la Corte, las califican de fakeminist­as; si los agricultor­es de Chihuahua se oponen a una decisión de trasvase de agua, son manipulado­s por el PAN; si grupos de sociedad civil se manifiesta­n contra la política - o falta de políticas- de seguridad, son traidores, porque simplement­e alguien, desde su ego inflamado, decidió que la única protesta legítima es la suya.

Nadie puede manifestar­se contra las decisiones del gobierno, que es por definición bueno como el pueblo bueno, ni tiene razón justificad­a porque eso que pasaba ya no pasa

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