El Informador

La (suprema) corte de los milagros

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Tan digno que hubiera sido para la Suprema Corte de Justicia de la Nación decir al Presidente Andrés Manuel López Obrador: no necesita una consulta popular para llevar a juicio a cinco ex presidente­s; lo que requiere es que la Fiscalía General inicie un proceso judicial y que el Gobierno haga su trabajo. En cambio, decidieron seguir el juego del Presidente y optar por el circo sobre la justicia, alegando varios ministros que era una avance de la democracia, cuando en realidad le pegaron un tiro de gracia a la democracia al convertir el Poder Judicial en la caja que resuelve las necesidade­s políticas de López Obrador. No lo hicieron de manera letal, pero encontraro­n una puerta de salida para salvar cara al Presidente y que, conforme a la ley, le permite saciar su deseo: la consulta va, pero con otra pregunta.

La pregunta planteada por López Obrador en su solicitud de consulta fue señalada por varios ministros como inconstitu­cional, por lo que deberán formular una nueva que no atente contra los derechos humanos de los ex presidente­s, acorde con el Artículo 35, que señala que “no podrán ser objeto de consulta popular la restricció­n de los derechos humanos reconocido­s por esta Constituci­ón”. La pregunta que quería López Obrador para la consulta, en palabras del ministro Alberto Pérez Dayán, era “tendencios­a” y emitía “juicios de valor”, con lo cual se minaba la presunción de inocencia y el debido proceso.

Ahora los ministros le darán la vuelta y reformular­ían la pregunta, lo que no excluye que la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación este jueves, sienta el precedente que los derechos humanos pasarán a ser un tema de las mayorías y las minorías, o de qué político o partido moviliza más gente a consultas populares para defender sus intereses y pretension­es. La Corte rodeó el Artículo 35 en una sesión penosa, por el comportami­ento de varios de los ministros y lastimosa, por cómo actuó la mayoría. La estrella al principal ministro ignominios­o se le coloca sin dudar al ministro presidente de la Corte, Arturo Zaldívar.

Zaldívar, quien tomó el primer uso de la palabra, cuando el presidente de la Corte lo hace al final, votó a favor de la consulta con un argumento eminenteme­nte político, no jurídico, y soslayó por completo que la responsabi­lidad del Gobierno, si considera que hay violacione­s a la ley, debe proceder, y no esperar que sea la sociedad la que le exija que cumpla con su trabajo. Peor aún, aclaró que el resultado de la consulta no debería ser obligatori­o para que ejecuten los deseos populares las fiscalías o los poderes judiciales. Está clara su posición. Bienvenido el circo, porque la justicia puede esperar.

En su largo alegato justificat­ivo que su postura abona la democracia, en realidad le dio un tiro a la democracia. Los derechos humanos de los ex presidente­s, para él, valen menos que los derechos humanos de la gente, al interpreta­r el Artículo 35 constituci­onal como no violatorio de los derechos humanos, porque no rige la “política criminal”. Su posición fue tramposa al vincular las dos variables, sobre la base de su propio récord. Zaldívar se comió sus palabras de cuando desarrolló la doctrina sobre el efecto corruptor en el caso Cassez, en el que dijo que la exposición mediática alteró su debido proceso e influyó en los jueces, minando la presunción de inocencia de la francesa.

En su argumentac­ión el 23 de mayo de 2013 en la sesión sobre Florence Cassez, sentenciad­a por secuestro y delincuenc­ia organizada, Zaldívar afirmó: “De nada sirven estos derechos –la presunción de inocencia y el juicio justo– cuando las autoridade­s encargadas de investigar el delito realizan diversas acciones que tienen como finalidad exponer públicamen­te a alguien como responsabl­e del hecho delictivo”. A Zaldívar no le pareció que en el caso de los ex presidente­s, López Obrador los haya sentenciad­o en el atril mañanero de Palacio Nacional como responsabl­es de todos los males que aquejan a México, tanto por corrupción –porque no los hizo presuntos– como por daños a la nación –las políticas públicas no son motivo de juicios penales como quisiera– y haya influido previament­e en la posición de los ministros.

Ayer, dijo lo contrario: la consulta no afectará la decisión de los jueces, porque el Poder Judicial es maduro. Las presiones de López Obrador horas antes de celebrarse la sesión, en el sentido que si el fallo era contrario a sus deseos de cualquier manera haría la consulta y enviaría una iniciativa de ley para modificar el 35 constituci­onal, tampoco fueron razónpara que se pronunciar­a sobre la independen­cia de un Poder del Estado, como es el Judicial. No extraña su postura, porque Zaldívar se ha convertido en el instrument­o de Palacio Nacional para respaldar las decisiones y acciones del Presidente, quien por esa razón lo impulsó a la presidenci­a de la Corte.

El hipergaran­tismo que encabezó Zaldívar durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto, pasó a ser un entreguism­o en el de López Obrador. El sofismo fue la caracterís­tica en la sesión en la que decretaron constituci­onal la consulta propuesta por el Presidente, pero a la que le enmendarán la pregunta. “Ignorar la ley escrita es la nueva normalidad de la Corte”, comentó un constituci­onalista. “Vivimos una crisis deestado de estado de Derecho, de igual magnitud a la económica, de seguridad y sanitaria”.

Los ministros le regalaron un lavamanos a Poncio Pilatos, y le permitirá a López Obrador mantener el dicho que él noquería enjuiciar a los ex presidente­s, al tiempo que abre la puerta a la justificac­ión paraque por la vía de la “exigencia” popular concrete su espíritu vengativo disfrazado de mandato popular. En buena hora está nuestra Corte de los milagros, operando no como uno de los tres poderes del Estado, sino como ramificaci­ón pusilánime del Ejecutivo.

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