El Informador

El país está dividido, ¿qué sigue, señor Presidente?

- Diego Petersen Farah diego.petersen@informador.com.mx

La discusión en torno a la manifestac­ión del sábado de los miembros del Frente Nacional Anti AMLO (Frenaaa) se centró en el número de asistentes y no en las demandas. Quizá entre otras cosas porque las demandas de Frenaaa son tan absurdas que no vale la pena ni discutirla­s: pedir la renuncia del Presidente por el simple hecho de que no les cae bien no tiene pies ni cabeza: López Obrador fue electo por la vía democrátic­a, les guste o no les guste. Discutir el número de asistentes termina siempre en el juego de los datos y los otros datos donde siempre gana el Presidente.

Lo peor del caso es que, a una demanda absurda de los antipeje, los seguidores a ciegas de López

Obrador contestan con argumentos igualmente absurdos tratando de desconocer y minimizar el descontent­o que ha generado el gobierno de Morena en un grupo importante de la población. El hecho de que no sean mayoría no significa que no existan ni que no tengan derechos.

Lo patético de la discusión se sintetiza en lo dispar de las cifras, lo cual de entrada deja en claro que ninguno de los dos bandos es confiable. Mientras que la Policía de la Ciudad de México, para quedar bien con el jefe de jefes del gobierno de la capital dijo que eran ocho mil los manifestan­tes en el Zócalo, fanáticos del otro bando, como Pedro Ferriz de Con, dijo sin empacho alguno que contabiliz­aron con notario público 250 mil asistentes, que por cierto no caben en el Zócalo. Un cuarto de millón de personas de personas no fue cierto en sábado como tampoco lo fueron en los mítines de López Obrador: lo máximo que cabe en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México son 120 mil personas, lo demás es exageració­n.

Lo más delicado del asunto es la incapacida­d tanto de actores políticos como de analistas de la capital para entender un movimiento como Frenaaa, que, independie­nte mente de si estamos de acuerdo o no con sus demandas, es un sector de la población del país que existe, que tiene capacidad de organizaci­ón y movilizaci­ón y que ha sido excluido e ignorado por el gobierno de López Obrador. Esta derecha católica y conservado­ra compuesta fundamenta­lmente por clases medias urbanas del centro-occidente y norte del país tiene profundas anclas en el México cristero y una identidad que es, nos guste o no, tan mexicana como todas las demás.

Es chamba del gobierno en turno construir un país donde quepamos todos y tender los puentes de diálogo. Pero cuando es el presidente quien desde el púlpito de la 4T niega y ningunea a esos a quienes también debería de representa­r, lo que hagan o dejen de hacer otros actores de su gobierno es intrascend­ente. Quería el presidente un México dividido en liberales y conservado­res, en los que están con él y contra él. Pues bien, ahí está, ya lo logró. ¿Qué sigue, señor presidente?

PD. Y sí, ya son 103 años viendo pasar la historia desde una butaca de primera fila. Larga vida a El Informador que siempre estuvo, está y estará ahí para contarlo.

Quería el presidente un México dividido en liberales y conservado­res, en los que están con él y contra él. Pues bien, ahí está, ya lo logró. ¿Qué sigue, señor presidente?

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