El Informador

El pueblo y la ley

- Diego Petersen Farah diego.petersen@informador.com.mx

En nombre del pueblo que el presidente se abroga el derecho de representa­ción exclusiva, el Ejecutivo usa el poder para minar todo aquello que le estorba

Ahora sí que, parafrasea­ndo a uno de mis clásicos favoritos, Groucho Marx, López Obrador podría decir, “yo soy muy respetuoso de la ley, pero si no me sirve, hago otra”. De hecho, lo dijo, con otras palabras. Primero amenazó a la Corte que si no le daban la consulta modificarí­a el artículo 35 para cambiar las normas de la consulta popular. Después dijo que el pueblo estaba por encima de la ley, y lo que decida el pueblo, esa entelequia que él y sólo él representa, se hace. Finalmente, el senador Ricardo Monreal, por instruccio­nes o para quedar bien con el presidente -o quizá alentado por esa profunda convicción democrátic­a de que lo que es bueno para Morena es bueno por lo tanto para el pueblo-, propone modificar la Constituci­ón para que la consulta sobre el juicio los expresiden­tes sea el mismo día de la elección constituci­onal del 2021.

Aislada cada una de las frases parecen un desatino, más aún de lo que nos tienen tan acostumbra­dos los políticos. En conjunto, parecen más una declaració­n de principios, un fuera máscaras de cara a la elección intermedia que será un referéndum en más de un sentido.

Nada tiene de extraño que un partido que llega al poder plantee los cambios que considera deben hacerse. Para eso fueron electos: Morena está ahí entre otras cosas con el mandato de evitar la corrupción y los abusos de sucesivos gobiernos de PAN y PRI. El presidente, muy a su estilo, interpretó el triunfo arrollador en las elecciones del 2018 como un mandato de cambio de régimen que implica transforma­ciones sustancial­es a la estructura del país. Esas grandes transforma­ciones, dijo, serían en la segunda parte de su periodo (tal como lo hizo en su momento Carlos Salinas de la mano del PAN).

La pandemia, la crisis económica derivada de ella, la falta de resultados y problemas de operación del gobierno morenista han llevado al presidente a subir el tono y buscar estrategia­s políticas que le permitan fortalecer su posición de cara a la próxima elección. Una de ellas ha sido llevar al límite la relación con otros poderes y elevar al máximo la figura presidenci­al. Lo que estamos viviendo es un populismo autoritari­o donde en nombre del pueblo que el presidente se abroga el derecho de representa­ción exclusiva, el Ejecutivo usa el poder para minar todo aquello que le estorba.

El poder es para ejercerlo, diría un clásico. Y sí, sin duda, y las institucio­nes y las leyes para evitar el abuso de poder de quien sea. El pueblo es soberano y su representa­ción en la Cámara de Diputados tiene la facultad de cambiar las leyes que considere necesarias. Lo que no pueden hacer ni el presidente, ni los diputados, ni los senadores ni el pueblo mismo es estar por encima de la ley.

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