- ¿Quién da más...?
Cualquiera diría que, bien visto, más que un ejercicio ocioso, es una competencia de necedades: dos mulas empecinadas en demostrar, cada una, que es capaz de dar coces más fuertes que la otra...
Se trata de la convocatoria —a través de las inefables redes sociales— de “simpatizantes del Presidente López Obrador”, no necesariamente aglutinados en asociación alguna, a una manifestación (“La Marcha del Millón”, la denominan) programada para el próximo sábado 24 de octubre, en la Ciudad de México.
La intención —según los organizadores— es, por supuesto, “mostrar apoyo al actual mandatario”... pero, principalmente, superar, con la mayor amplitud posible, tanto a los manifestantes que han convertido el Zócalo capitalino en campamento, como a los 150 mil participantes (al decir de quienes los convocaron; ocho mil según las autoridades) en la que tuvo lugar el pasado fin de semana. Si éstos tenían la intención —lícita, desde luego... aunque igualmente estéril— de dejar constancia de su antipatía hacia López Obrador y de rechazo a las políticas de su Gobierno, aquéllos pretenden externar lo opuesto... y demostrar, de paso, que el Presidente dice la verdad cuando sostiene que el 70% de los mexicanos lo respaldan.
-II-
Cualesquiera que sean las intenciones de los manifestantes, está claro que tales expresiones, las “anti” y las “pro”, aun siendo antagónicas, son lícitas. Ambas están encuadradas en el marco de las garantías individuales consagradas por la Constitución...
En todo caso, generar una competencia palpable, tangible, mediante multitudes —visibles y audibles— reunidas en la vía pública, entraña el riesgo de que del antagonismo ideológico pueda pasarse a la confrontación verbal, y de ahí al enfrentamiento físico. La discusión —de la que nace la luz, según los clásicos—, entendida como confrontación de opiniones diferentes y aun opuestas, es saludable; es útil en la medida en que haya, de entrada, disposición de las partes para escuchar con atención y ponderar con respeto los argumentos de la contraparte..., y, a continuación, un entorno propicio para ello.
-III-
Un gobernante legítimo —y nadie, jamás, ha puesto en duda que López Obrador lo sea— perfectamente puede ser cuestionado por algunos e incluso por la mayoría de sus gobernados. Eso es parte de la democracia... Sin embargo, no necesita de marchas que, en rigor, solo acentúan —y eventualmente, incrementan— la polarización alimentada por quien propicia sistemáticamente pugnas y ojerizas, al denunciar complots que solo existen en su imaginación, y al tildar de “adversarios” a sus críticos.