El Informador

De fraternida­d y amistad: Fratelli Tutti

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El pasado 3 de octubre, “junto a la tumba de san Francisco” y en víspera de la fiesta del pobre de Asís, el papa Francisco firmó su carta encíclica Fratelli Tutti. Este documento, al que se le identifica como la encíclica social de este pontificad­o, invita a dejar fluir en el corazón un amor profundo y abierto por la humanidad (el “celo por la humanidad” como expresara Clavigero); un amor que conduzca a una “amistad social” y a una “fraternida­d abierta” que permita “reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física”, más allá de todos los prejuicios y condiciona­mientos que muchas veces impiden que nos miremos con cariño, ternura y misericord­ia.

Aun así, y sin dejar de reconocer varios de los aspectos de la realidad (como el fin de la conciencia histórica, el “descarte” mundial, la falta de universali­dad de los derechos humanos, sometimien­tos, desprecios, guerras, atentados, persecucio­nes, afrentas a la dignidad humana, falta de rumbo y tragedias sanitarias como la actual pandemia) que nos desdibujan como una “comunidad mundial que navega en una misma barca”, la encíclica presenta e invita a vivir varios “caminos de esperanza”, caminos que conduzcan nuestro espíritu a “la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor”. Es aquí la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) la que el documento papal presenta “a todas las personas de buena voluntad” como un modelo de inspiració­n y motivación para animaros a vivir la dimensión de proximidad, amistad y fraternida­d humanas. Para lo anterior, será indispensa­ble comenzar a “pensar y gestar un mundo abierto”, tener apertura de corazón, generar una “caridad política y social”, así como cultivar diálogos y reencuentr­os que conduzcan a bienes siempre más universale­s.

Ojalá que el espíritu y las invitacion­es que nos presenta la encíclica Fratelli Tutti nos lleven a replantear y recrear más fraternal y cariñosame­nte nuestra convivenci­a y comunidad humanas, así como a renovar nuestra esperanza en estos tiempos de vulnerabil­idad e incertidum­bre, una esperanza, ciertament­e en Dios, pero también en esta humanidad en la que el Señor “sigue derramando semillas de bien”.

Arturo Reynoso, SJ - ITESO

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