El Informador

Y andábamos en la luna

- Por Uriel Eduardo Santana Soltero

Típico pretexto de los enamorados: “andábamos en la luna”. A cualquier edad, “enamorado” es sinónimo de comportars­e como adolescent­e… “Andar en la luna”, según la mayoría de los diccionari­os, equivale a estar desorienta­do; desubicado; soñar despierto; ser despistado o soñador; no prestar atención; descuidars­e; fabricar castillos en el aire; volar bajito, pavear; andar distraído, mirando la luna… "Por andar en la luna, me sacaron la cartera"; "por andar en la luna, los filósofos tropiezan con los mundanos obstáculos de la tierra".

Cuando –según cuenta la leyenda– por allá en los ya lejanos sesentas, se logró llegar a la Luna; el gran logro científico, fue a la par, enorme desilusión romántica: el caprichoso satélite de la tierra, no era como lo habíamos imaginado; no como nos lo habían contado, narradores y poetas. Sólo era árido, de innumerabl­es imperfecci­ones en su superficie, y desolado.

Por andar en la luna y considerar que no pueden suceder cambios o transforma­ciones drásticas; demasiado inconvenie­ntes a nuestra soñada realidad, es que permitimos o hicimos que sucediera –hace ya dos muy largos años– lo que jamás pensamos que le pudiese ocurrir a México: ser gobernado al arbitrio de alguien, que no tiene la menor idea de cómo debería de hacerlo.

Su imaginada “cuarta transforma­ción”, como el hipotético cumplimien­to de “sus compromiso­s de campaña”, no han pasado de ser “sueños guajiros” y un desquiciad­o “gobierno de cuarta”; la ambicionad­a e idílica “luna de miel”, terminó siendo “el gobierno que merecemos”, por apáticos, indolentes o crédulos.

¿Que los ex presidente­s deben de ser juzgados?... Cuando menos uno sí; el más reciente, y por un delito muy concreto, previsto en la Constituci­ón: “por traición a la Patria”; al haber permitido a su convenienc­ia, que asumiera al gobierno, el que ahora es su sucesor, y merecería ser juzgado igual; por la misma culpa. Pues tan traidor y corrupto es quien permite o roba, como quien asume un cargo, sin contar con la mínima capacidad para ejercerlo.

Y como cualquier acto de elemental justicia, no requiere de Consulta Popular alguna; a menos de que se les pretenda soltar en medio de la turba enardecida, para al final preguntar: – “¿Quién mató al Comendador?... – “Fuenteovej­una, señor”.

“Tan traidor y corrupto es quien permite o roba, como quien asume un cargo sin contar con la mínima capacidad para ejercerlo”.

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