Y andábamos en la luna
Típico pretexto de los enamorados: “andábamos en la luna”. A cualquier edad, “enamorado” es sinónimo de comportarse como adolescente… “Andar en la luna”, según la mayoría de los diccionarios, equivale a estar desorientado; desubicado; soñar despierto; ser despistado o soñador; no prestar atención; descuidarse; fabricar castillos en el aire; volar bajito, pavear; andar distraído, mirando la luna… "Por andar en la luna, me sacaron la cartera"; "por andar en la luna, los filósofos tropiezan con los mundanos obstáculos de la tierra".
Cuando –según cuenta la leyenda– por allá en los ya lejanos sesentas, se logró llegar a la Luna; el gran logro científico, fue a la par, enorme desilusión romántica: el caprichoso satélite de la tierra, no era como lo habíamos imaginado; no como nos lo habían contado, narradores y poetas. Sólo era árido, de innumerables imperfecciones en su superficie, y desolado.
Por andar en la luna y considerar que no pueden suceder cambios o transformaciones drásticas; demasiado inconvenientes a nuestra soñada realidad, es que permitimos o hicimos que sucediera –hace ya dos muy largos años– lo que jamás pensamos que le pudiese ocurrir a México: ser gobernado al arbitrio de alguien, que no tiene la menor idea de cómo debería de hacerlo.
Su imaginada “cuarta transformación”, como el hipotético cumplimiento de “sus compromisos de campaña”, no han pasado de ser “sueños guajiros” y un desquiciado “gobierno de cuarta”; la ambicionada e idílica “luna de miel”, terminó siendo “el gobierno que merecemos”, por apáticos, indolentes o crédulos.
¿Que los ex presidentes deben de ser juzgados?... Cuando menos uno sí; el más reciente, y por un delito muy concreto, previsto en la Constitución: “por traición a la Patria”; al haber permitido a su conveniencia, que asumiera al gobierno, el que ahora es su sucesor, y merecería ser juzgado igual; por la misma culpa. Pues tan traidor y corrupto es quien permite o roba, como quien asume un cargo, sin contar con la mínima capacidad para ejercerlo.
Y como cualquier acto de elemental justicia, no requiere de Consulta Popular alguna; a menos de que se les pretenda soltar en medio de la turba enardecida, para al final preguntar: – “¿Quién mató al Comendador?... – “Fuenteovejuna, señor”.
“Tan traidor y corrupto es quien permite o roba, como quien asume un cargo sin contar con la mínima capacidad para ejercerlo”.