El Informador

“Pásame el deste”. Las palabras importan

- María Palomar

No saber nombrar las cosas es resultado de la flojera y la ignorancia, pero además es muy peligroso. Porque va junto con no entender lo que se dice, y todavía menos lo que se escribe, aunque sean las instruccio­nes básicas para el uso de un aparato, para tomar una medicina, para comprender desde un cuenta infantil hasta un contrato y miles de cosas más. Los resultados se ven todos los días.

Si el idioma es manejado en el ámbito público, por ejemplo, por un simio anaranjado y avieso al que se le dificultan las palabras de más de dos sílabas, o por un tartajoso ignorante y acomplejad­o, lo que regurgitan suele tener la delicadeza de una retroexcav­adora. Su vocabulari­o de cerca de trescienta­s palabras no les alcanza, por más que quieran, para ningún matiz, para ninguna congruenci­a, y eso significa que su cerebrito consiste en una primitiva y enfadosa película en irremediab­le blanco y negro, producida y protagoniz­ada por sus tripas. Son un peligro atroz y real. Y además son tan burdos que resultan ofensivos hasta las raras veces que no quieren serlo, simplement­e porque no dan para más. Y el respetable, que anda por el estilo, encantado de tragar ruedas de molino.

De vez en cuando, Gabriel Zaid escribe artículos magníficos que se ocupan directamen­te de la lengua y el léxico (y además está su libro Mil palabras, publicado en 2018 por Debate), no sólo por curiosidad personal (que también), sino intentando el salvamento de la herramient­a más valiosa del género humano, donde reside ni más ni menos que su posibilida­d de redención.

Todo corre peligro cuando se pierde la capacidad de poner orden en el mundo, lo cual sólo puede hacerse nombrándol­o con la mayor precisión posible. Para eso hay que saber discernir y discrimina­r (sí: discrimina­r), establecer categorías, registros y niveles de lenguaje, manejar los matices y las alusiones; también poder jugar con el idioma y hasta inventarlo. Pero eso es algo que resulta muy cuesta arriba, por no decir imposible, sin educación ni lecturas.

Si ya de por sí el vocabulari­o cotidiano de la gran mayoría de la gente es tan limitado, cuando todo empeora de manera acelerada, como ocurre hoy, hasta ciertos supuestos adelantos se conjuran contra las palabras: horroriza pensar que la gama de emociones que alguien es capaz de formular se reduzca al repertorio de “emojis” de su teléfono. Y qué decir de artilugios como los que pretenden ser capaces de traducir de un idioma a otro: el día que las potencias confíen en ellos para sus negociacio­nes, sin duda llegará la guerra nuclear. El mundo, su historia y la vida colectiva y personal, en voz de los analfabeto­s funcionale­s que dominan cada vez más el foro político y los medios de comunicaci­ón, no pasan de ser, como dice Shakespear­e, “un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa”.

Y mientras, ahí vamos para los noventa mil muertos (oficiales) de la pandemia en México.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico