El Informador

Fe... y folklore

- Jaime García Elías

Homero Simpson –¡vivan los clásicos...!— dijo alguna vez que “Las tradicione­s se hicieron para romperse”. Cualquiera diría que el tiempo le dio la razón. La prueba sería que hoy, 12 de octubre, por primera vez en 286 años –y “por causas de fuerza mayor”, obviamente—, el retorno de la imagen de la Virgen de Zapopan a su santuario, tras la visita anual a muchas –que ya no todas— las iglesias de la ciudad para implorar su protección contra epidemias, desastres y otras calamidade­s, se producirá sin el bullicio ni la concurrenc­ia multitudin­aria acostumbra­das.

-II

Habrá quien diga que el patronazgo “jurado” de la Virgen se quedó incumplido esta vez; que la pandemia que obligó a las autoridade­s a suspender la “llevada” en los términos acostumbra­dos –la concurrenc­ia de cientos de miles, quizá millones de peregrinos— fue superior, por esta vez al menos, a las fuerzas sobrenatur­ales, entendidas lo mismo como el poder de las divinidade­s como el de la fe.

También habrá quien diga que, bien visto, la tradición, más que romperse, simplement­e se interrumpe; que el año próximo –o el siguiente, o el otro...—, conforme en materia sanitaria el panorama sea más amable, menos riesgoso, es muy probable que la romería se celebre nuevamente como en tiempos de los padres o los abuelos de las generacion­es actuales. Se dirá, incluso, que si la tradición ya fue reconocida por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, la suspensión, este año, por las razones que son del dominio público (como las pasadas celebracio­nes de la Semana Santa en Sevilla, las próximas del Día de los Muertos en Michoacán y segurament­e un largo etcétera en todo el mundo), no será motivo suficiente para borrarla de la lista.

-III

El receso, en todo caso, puede ser una ocasión propicia para replantear el valor de uso de la tradición; para ponderar hasta dónde llega la fe y dónde empieza el folklore en esa práctica ancestral; para considerar en qué medida ha permeado el mensaje del papa Juan Pablo II (hoy santo), en otra romería atípica –aquella vez por la fecha, ya que ocurrió el 30 de enero de 1979, en ocasión de su primera visita a México—, cuando hizo un llamado a “aprovechar pastoralme­nte estas ocasiones (...) del encuentro con almas que no siempre son fieles a todo el programa de una vida cristiana, pero que acuden guiadas por una visión incompleta de la fe”.

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