El Informador

Ciudadanos con obligacion­es

- José Rosario Ramírez M.

Son los postrimero­s días de la vida pública de Jesús, el Hijo de Dios. Ha subido a la capital Jerusalén, la ciudad de David, y en el templo -centro y corazón del pueblo de Israel- ha sido maestro bondadoso.

Para los fariseos allí instalados, es molesta esa presencia y quieren deshacerse de él. No pueden atacarlo por su conducta y vida limpias. Un día les dijo: “¿Quién de ustedes me argüirá de pecado?” (Juan 8, 48) .

“Maestro, sabemos que eres... y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra porque no buscas el favor de nadie ...”. Aquellos no creyentes le plantearon este problema: lícito, o no, pagar el tributo al El Imperio Romano había extendido sus tentáculos hasta el Asia Menor y los israelitas eran unos inconforme­s subordinad­os. Pero el Señor se salvó de esa burda emboscada. Pide que le presenten un denario, moneda de plata en Roma. Los judíos tenían solamente el derecho de solamente el derecho de acunar monedas d ecobre, pequeñas, de poco valor.

“Jesús les preguntó: “¿De quién son esta imagen y esta inscripció­n?”. “Del César”, repusieron y Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pagarle a Dios, darle lo que le pertenece, con imperturba­ble firmeza, y todo el mensaje evangélico es: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”. Así los intereses del César no son distintos, sino que van en el único sentido, mas en distinta manera.

Con su respuesta sabia, Cristo reconoce toda autoridad legítimame­nte constituid­a. Los cristianos deben someterse a ella. Quien se somete al César, reconoce que también el César es súbdito de Dios; que todo, absolutame­nte todo, se halla sometido a Dios.pero hay que estar atentos de no darle al César lo que es de Dios. De allí el sano criterio de negarse a cumplir consignas o exigencias injustas.

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