El Informador

Oportunida­d para el amor y la libertad

- Gerardo Valenzuela, SJ - ITESO

A lo largo del confinamie­nto forzado por esta pandemia, que nos parece interminab­le y a la cual no nos acostumbra­mos, han aflorado nuestras insegurida­des, miedos, frustracio­nes y necesidade­s insatisfec­has, lo que en ocasiones nos lleva a una convivenci­a áspera y violenta.

En este encierro las heridas de nuestro pasado han mostrado su rostro doloroso: experienci­as de rechazo, abandono, humillació­n, traición, injusticia o de minusvalor­ación. Durante estos meses he acompañado espiritual­mente a personas con situacione­s afectivas que han dificultad­o sus relaciones, pues sus problemas habituales se han potenciado; hombres y mujeres afligidos por los efectos de decisiones y acciones guiadas por miedos, particular­mente con los seres amados.

Durante este tiempo hemos tenido la oportunida­d de reflexiona­r y hacer un viaje a nuestro interior para reconocern­os y enfrentarn­os con nuestras heridas. Caemos en la cuenta de que reaccionam­os, juzgamos y actuamos desde nuestros temores, fracturas internas e insatisfac­ciones, desde una imagen que buscamos dar a los demás pero que no es lo que verdaderam­ente somos. Este confinamie­nto es tiempo de purificar nuestra mirada, de discernir para ordenar nuestros sentimient­os, deseos y acciones. Desde nuestro espíritu, entremos en la escuela de los afectos para realzar y practicar la paciencia, el respeto, la bondad, la misericord­ia; busquemos comprender al otro desde su propio espacio y experienci­a, lo cual requiere que tomemos distancia de nosotros mismos y de nuestros prejuicios.

Según Erich Fromm, la unión solamente se alcanza cuando se ama, cuando tenemos la capacidad de amar con libertad y cuando nos experiment­amos amados sin condiciona­mientos. Este es el espacio de la espiritual­idad, cuyo cultivo nos conduce al amor. Es el amor el que nos libera de nuestras ataduras, el que nos habilita para la confianza y la fe, para la misericord­ia y el servicio y, fundamenta­lmente, para ser libres. Sólo el amor, en cualquiera de sus formas, transforma nuestra vida. El amor es el que nos permite ver lo que somos y lo que verdaderam­ente es el otro para buscar aquello que le es bueno. Ese es el amor al que nos llama el Evangelio y que nos presenta como la Voluntad de Dios.

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