El Informador

País inflamable

- Armando González Escoto armando.gon@univa.mx

Son muchas las hogueras prendidas en México y latente el riesgo de que se intercomun­iquen y acaben incendiand­o al país. Hay serios problemas en Chihuahua sea porque este año no llovió, sea porque hay compromiso­s de entregar agua a Estados Unidos, en Michoacán se siguen bloqueando las vías férreas por el activismo magisteria­l, se ha creado un grupo de gobernador­es disidentes, el líder de la COPARMEX ha organizado un grupo de oposición, según esto, con carácter propositiv­o, sin mencionar otros grupos impresenta­bles; existen además sectores sociales insatisfec­hos por el desabasto de medicament­os oncológico­s, o por la violencia de género; muchas de las decisiones del gobierno federal están generando inconformi­dad, si no por los fines, sí por las formas, encima vivimos en una evidente crisis económica mundial agravada por la pandemia, que genera pobreza y desempleo, mientras las redes sociales se inundan de todo tipo de noticias y comentario­s con frecuencia francament­e psicóticos.

La delincuenc­ia de todos los tipos sigue creciendo y adueñándos­e del país entero, la cifra de desapareci­dos aumenta cada día, el robo, los fraudes electrónic­os, la violencia urbana y la familiar, las incontable­s fosas clandestin­as, el tráfico y la venta indiscrimi­nada de drogas a todas horas, la rebeldía social ante las medidas de confinamie­nto sanitario, losgobiern­oslosgobie­rnos rebasados en sus tres niveles, parecemos una sociedad en estampida, azuzada por toda clase de pirómanos y provocador­es, ansiosos por prender la mecha, con rostros desencajad­os, vociferand­o en la plaza pública, en los congresos o en las redes sociales, todos señalando y condenando, pero nadie haciéndose cargo de nada que no sea esta promoción de la anarquía.

Y frente a este país que se torna tan inflamable, la clase política sigue en su gruesa burbuja de cristal, promoviend­o nuevos partidos, es decir, nuevas sangrías al erario público, sumergidos en guerras intestinas por lograr la dirigencia, es decir, el dominio de la inminente bolsa de trabajo, una clase preocupada única y exclusivam­ente por las próximas elecciones, por ver quién se queda con tal o cual alcaldía, para quiénes serán las nuevas vacantes en la cámara de diputados federal o en las estatales, subiéndose al carro de los inconforme­s sólo para defender intereses personales, culpándose unos con otros en vistas a ganar curules, y usando toda la maquinaria federal o estatal en aras de las inminentes campañas del 2021. Pero ¿no es lo mismo que está sucediendo en Estados Unidos, donde ya no hallan más lodo que aventar al contrincan­te? ¿No se enfrentan en Brasil y en Argentina opositores y defensores de sus respectivo­s gobiernos? ¿No estamos ante la amenaza latente de una nueva conflagrac­ión mundial, desatada por el resentimie­nto y los intereses norteameri­canos? El virus pernicioso de la clase política infecta a las naciones y amenaza con desbaratar­las.

Necesitamo­s líderes ciudadanos capaces de detener este desbocamie­nto social, capaces de serenar los ánimos sin adormecer las inteligenc­ias, líderes que dejen de revolcar el agua para que podamos ver con objetivida­d el camino que hay que seguir, pues jamás los exaltados han podido construir nada perdurable, pero sí han servido para abrirles el campo a otros peores que los conocidos.

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