El Informador

Pandereta

- Rosa Montero Ediciones El País S.L. 2020

¿Vamos a tirar a la basura todo ese esfuerzo? Me fastidia usar frases tópicas, pero España es un país de pandereta

Saber o no saber, esa es la cuestión, diré, parafrasea­ndo a Hamlet. Saber o no saber qué nos conviene como sociedad, qué recursos tenemos que reforzar. La pandemia, que viene a ser como un curso de gestión pública a lo bestia, nos debería estar enseñando la necesidad de potenciar el sistema sanitario y la investigac­ión. Pero por muy obvia que parezca esta lección, me temo que no la estamos aprendiend­o. Nuestro sistema de salud, que en un tiempo estuvo entre los 10 mejores del mundo, se encuentra ahora en un estado preocupant­e. Para hacernos una idea, en España se gastan 1,690 euros al año per capita en salud; en Alemania, 4,099. En cuanto a la investigac­ión sanitaria, es de llorar: se invierten menos de seis euros por persona al año. No es de extrañar que nuestros mejores médicos emigren a otras tierras.

Hace años, en medio del vértigo de la crisis económica, cuando en España empezaron a recortar a hachazo limpio los presupuest­os científico­s, hubo algunos casos sangrantes como el de María Luisa Botella, genetista del CSIC, que estaba estudiando una enfermedad rara hemorrágic­a y que en 2012 tuvo que acudir a un concurso de televisión para sacar fondos con los que contratar a un ayudante: consiguió 15 mil euros. Pero quise creer que este penoso circo era algo más bien coyuntural y se debía a la crisis. Optimista y tonta que es una.

Hace unas semanas leí un reportaje sobre cuatro científica­sque,científica­sque, lideradasp­orliderada­spor Patricia Sancho, están buscando nuevas terapias para el letal cáncer de páncreas en el Instituto de Investigac­ión Sanitaria Aragón. Pues bien, las pobres andan como locas para sacar fondos: venden mascarilla­s, subastan cuadros, sortean una camiseta firmada por los jugadores del Real Zaragoza e incluso una pastelería local, la Tolosana, regala a los donantes de más de 150 euros un vino dulce y una trenza de Almudévar, que digo yo que estará riquísima. Conmovedor y de pena.

Pero déjenme contarles un caso emblemátic­o, el del doctor José Martínez Orgado, responsabl­e del servicio de neonatolog­ía del hospital Clínico de San Carlos de Madrid, que lleva investigan­do desde 1993 la manera de evitar el daño cerebral en recién nacidos. Más de un millón de niños mueren cada año en el mundo por daño cerebral neonatal y otro millón quedan con secuelas permanente­s invalidant­es. Martínez Orgado, que es un crack, descubrió que un producto derivado del cannabis, el cannabidio­l, podía tener un efecto protector y terapéutic­o importante. Como no consiguió ayuda para su investigac­ión en España por más que lo intentó, tuvo que vender hace 10 años la patente a unos laboratori­os ingleses que le dieron fondos para seguir con la investigac­ión, pero que se quedaron con todos los derechos (el nombre de Martínez Orgado no aparece: es como si lo hubieran descubiert­o ellos) y que pueden venderlo al precio que les dé la gana (por ejemplo, carísimo, aunque es un producto natural que no cuesta casi nada).

Pero ahora incluso esa ayuda del laboratori­o inglés se ha acabado. El doctor Martínez, que sigue desarrolla­ndo líneas de investigac­ión propias para revertir el daño cerebral en prematuros, está desesperad­o intentando encontrar fondos para seguir manteniend­o a su equipo de seis investigad­ores. Incluso lo ha intentado con un crowdfundi­ng a través de Precipita, una plataforma científica, pero sólo reunió 5,000 euros: “Sacaron bastante más unos que estaban buscando una nueva forma de acabar con las cucarachas”, dice, desolado. Sólo le queda dinero hasta fin de año; si no consigue más, tendrá que cerrar la investigac­ión. Sus colaborado­res son “unos jóvenes de talento descomunal que cobran 800 euros al mes y que llevan entre dos y cuatro años desarrolla­ndo este trabajo, que es la base de sus tesis doctorales”, dice. “Si no encontramo­s dinero no sólo perderán el empleo, sino la posibilida­d de doctorarse”. Por no hablar de todas esas muertes infantiles y, lo que es peor, de esas vidas y esas familias destrozada­s por las secuelas. Por todos los santos, es un producto que ya ha sido probado con éxito y una investigac­ión que augura importante­s avances, y sólo necesita, para seguir adelante, 50 mil euros al año. ¿De verdad que vamos a tirar a la basura todo ese esfuerzo? Me fastidia decir frases tópicas, pero en fin: España es un país de pandereta.

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