El Informador

Puntos y comas

- Diego Petersen Farah diego.petersen@informador.com.mx

Hacía muchos años que una iniciativa del presidente no se aprobaba sin modificaci­ón en ambas cámaras y que no teníamos un legislativ­o tan sumiso y débil

¿

Qué es más grave, que un presidente pida, exija, que una iniciativa preferente que ha enviado al Congreso se apruebe sin tocar ni una coma, o que diputados y senadores obedezcan ciegamente la instrucció­n? El dicho del presidente es un acto de autoritari­smo, un desplante de poder nada deseable, pero podríamos decir que es normal en el ejercicio del poder. Por el contrario, la obediencia ciega de los diputados es un acto de sumisión de un poder a otro. No se trata de si son o no parte de un proyecto político, eso se sobre entiende, sino de la falta de respeto al poder mismo. El punto y la coma son la metáfora de la abyección.

El sufragio es un acto individual; el resultado y la conformaci­ón de gobiernos es un acto colectivo. Cuando escrutamos y contabiliz­amos todas las mesas dejamos de ser uno para convertirn­os en nosotros. Así como al presidente lo elegimos todos, los que votamos por él y los que no votamos por él y generamos con ello un acuerdo de que dirigiera el país por seis años, a los diputados los elegimos para representa­rnos, para que sean nuestra voz para legislar, pero sobre todo para cuidarle las manos al Ejecutivo, revisarle las cuentas, autorizar los impuestos y vigilar el gasto, y a los senadores también los elegimos para legislar, pero sobre todo para representa­r los intereses de los estados ante la Federación. Aplaudir, apoyar, obedecer ciegamente y sólo levantar la mano traiciona el acuerdo básico que los llevó a las cámaras, traicionan el voto de todos.

Hacía muchos años, desde el más rancio PRI, que una iniciativa del presidente no se aprobaba sin modificaci­ón alguna en ambas cámaras y que no teníamos un legislativ­o tan sumiso y débil. Al principio de esta administra­ción Porfirio Muñoz Ledo en la Cámara de Diputados y Ricardo Monreal en la de Senadores, cada uno a su estilo, representa­ron el apoyo inteligent­e pero no servil del Poder Legislativ­o. A Porfirio lo anularon; cometió el peor pecado que se puede cometer en esta administra­ción: tener ideas propias. Por su parte, Ricardo Monreal, en esa carrera insaciable por estar cerca de la mirada del líder, dobló las manos y se convirtió en el más obediente de los cortesanos. No son sólo los contenidos de ley del sector eléctrico, discutible­s por su constituci­onalidad, también las formas lo que lo dejan muy mal parado.

No hay tirano sin sumisos. En la medida que diputados y senadores se han ido plegando al Ejecutivo, la independen­cia del Poder Legislativ­o va perdiendo sentido y nosotros el equilibrio básico de la democracia. El país de un solo hombre, dueño de todas las palabras, de todos los puntos y todas las comas no le beneficia a nadie, ni siquiera a la autodenomi­nada Cuarta Transforma­ción.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico